Aunque su historia es mucho más larga, desde 2011 el sombrero aguadeño es una denominación de origen protegida en Colombia, con el objetivo de proteger esta tradición artesanal, pero pese a ello, se encuentra en serio peligro de extinción.
Con los años, este sombrero de paja toquilla se ha convertido en un símbolo representativo de la región paisa y cada vez más, se ve como parte de la cultura nacional, siendo tejido a mano con iraca en el municipio de Aguadas, en el departamento de Caldas.
Son 150 años de historia, cuando Juan Crisóstomo Flores, un ecuatoriano llevó un sombrero hacia 1860, lo desbarató y enseñó al pueblo a tejer esta pieza. Lo interesante, es que los primeros artesanos fueron sólo hombres, con el tiempo las mujeres del pueblo se sumarían a esta tradicional artesanal. Las guerras y el conflicto armado interno colombiano tuvieron mucho qué ver con ello.
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Pero existe una fecha clave en la historia de este sombrero y su expansión por el país, e incluso por el mundo. Según Samuel Hurtado, su abuelo en 1945, a lomo de mula, llevaba el trabajo de las artesanas de Aguadas hasta los famosos talleres de sombreros de Medellín donde les daban toda su forma, para continuar su viaje hasta el Canal de Panamá, donde eran adquiridos por viajeros y navegantes de todo el mundo.
“Los primeros famosos sombreros Panamá Hat fueron sombreros aguadeños, comercializados por mi abuelo”, recuerda Samuel Hurtado, quien es la tercera generación de su familia dedicada al sombrero aguadeño, y que ya le está pasando la responsabilidad a su hijo, una cuarta generación.
Sin embargo, han sido diversos los factores que han hecho que las artesanas o tejedoras de Aguadas (Caldas), abandonaran esta tradición que se ha enseñado de generación en generación.
En los últimos años, quienes iban a recibir dicha tradición, han decidido dedicarse a otros oficios, argumentando el mal pago que se recibía por una artesanía que requiere de mucha dedicación. También el surgimiento de talleres de artesanos en otros municipios de la región, así como la piratería y la imitación de este tipo de artesanías pero con tejido a máquina.
“Es un arte que no se aprende de la noche a la mañana. Requiere de mucha dedicación, paciencia y horas, días, semanas y meses de trabajo hasta lograr un tejido perfecto, lo que para muchas mujeres es difícil de hacer si deben responder por la familia, alimentarlos y pagar los servicios”, comentó Samuel Hurtado, el hijo, la cuarta generación de la familia.
A todo esto, se le sumó la llegada de la pandemia, las restricciones como la cuarentena y la caída total del turismo en todas las regiones, incluso en Aguadas, Caldas, lo que aumentaba el peligro de extinción de esta tradición en dicho municipio.
En ese momento, Mario Hernández, empresario de la industria del vestuario y los accesorios con medio siglo de experiencia, fijó su mirada en Aguadas, y empezó allí una recuperación de este legado artesanal.
“Desde que comenzamos en 1972, quería ser la marca Mario Hernández representara a Colombia. Desde el 2020 empezamos a trabajar con el grupo de artesanas de Aguadas, Caldas, porque estamos vendiendo Colombia y el sombrero tejido allí es muy exclusivo, por lo que estamos creando una marca. La idea es unir la tradición y la artesanía con el lujo, el legado familiar es muy grande”, comentó Mario Hernández.
Y agregó, “La responsabilidad social que asumimos en este trabajo es muy fácil. Comenzamos con un grupo de tan sólo 15 o 20 tejedoras, pero tres años después, ya superamos el centenar de tejedoras. Le estamos vendiendo nuestros productos de lujo e identidad como al Rey Carlos que tiene uno, el Rey de España. Estamos vendiendo país, lujo y tradición artesanía”.
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También recordó que los sombreros siempre han hecho parte de la moda en todos los tiempos, “antes todo el mundo andaba con sombreros, y ahora, está volviendo al uso cotidiano, como para las grandes celebraciones, en especial cuando se realizan al aire libre”.
Eso sí, advierte que siempre hay que tomarlo de las alas, no de la parte de arriba, y jamás usarlo en invierno, que la lluvia puede ser un peor enemigo.
El resultado de este trabajo colaborativo y de responsabilidad social ya empieza a dar sus primeros resultados, con el lanzamiento de una colección limitada de sombreros aguadeños, ‘Dos almas un legado’, con el sello Mario Hernández, que están disponibles en 21 tiendas de Mario Hernández a nivel nacional en las ciudades de Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Valledupar, Tunja, Villavicencio, Neiva, Yopal, Popayán, Cúcuta, Manizales, Pereira y Armenia.
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A esta colaboración se unió la marca Buchanan’ s, para rendir homenaje a la maestría que hay detrás de los procesos artesanales y el trabajo hecho a mano. ‘Dos almas, un legado’: una edición limitada de sombreros aguadeños, inspirados en la artesanalidad de las montañas de Colombia y unidos al sabor de Buchanan ‘s Two souls, cuyo proceso tangibiliza los saberes de los maestros mezcladores de la casa Buchanan ‘s.
“Con esta colaboración estamos promoviendo que el legado artesanal colombiano perdure en el tiempo mientras se resalta el trabajo de las tejedoras de Aguadas, quienes transmiten su conocimiento a las nuevas generaciones. Nuestro sombrero aguadeño ahora cuenta con una conexión muy fuerte de un whisky muy especial con el que compartimos la pasión de los procesos artesanales”, señaló Lorenzo Hernández, director creativo de Mario Hernández.
Para la familia Hurtado, existe un antes y un después en la historia y la vida de la tradición del sombrero hecho en Aguadas, Caldas.
“Hemos logrado que las tejedoras puedan concentrarse en su artesanía sabiendo que vamos a comprarle su producción a precios justos, lo que ha mejorado su calidad de vida, y a la vez, ha motivado a jóvenes para querer aprender esta tradición. De ver cómo cada vez había menos tejedoras en el municipio, de 15 a 20, ahora superamos las cien, y esperamos que la demanda aumente y esto genere más interés para que las nuevas generaciones le apuesten a esta tradición”, finalizó Samuel Hurtado, hijo.
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