Tremenda encrucijada en la que se encuentra el presidente Petro. A riesgo de llover sobre mojado, conviene recordar el camino que trajo al Gobierno hasta el punto en que se encuentra hoy. Apoyar el ala radical de su gabinete –en este caso reflejada en la reforma de la salud– y no escuchar las críticas internas de sectores más moderados –satanizados por el mismo Presidente como “neoliberales”– fue el primero de los errores. Pensar que la calle le daría la razón a esa decisión fue el segundo error.
No se puede ocultar que las movilizaciones convocadas por el Gobierno fueron un fracaso. Y, tal vez para compensar la debilidad de la convocatoria, endurecer el discurso (algo que le ha valido al Presidente más críticas que aplausos) fue el tercero de los errores.
En política, lo que no suma resta, y la oposición supo aprovechar la coyuntura y añadir respaldos de sectores que –sin estar del todo polarizados– están preocupados.
En estas condiciones, ¿qué hará el Presidente? ¿Duplicará las apuestas en las reformas que está a punto de presentar? O, por el contrario, ¿buscará mayores consensos dentro y fuera del Gobierno antes de iniciar su trámite? Pronto sabremos si lo visto esta semana será el abrebocas de lo que está por venir, o si dará pie para una autorreflexión sobre las reglas de un gobierno de coalición, donde las voces más radicales del Pacto Histórico no pueden tener la última palabra. Nadie duda que lo conveniente sería lo segundo, pero todos creen que va a pasar lo primero.
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Aunque el ala moderada logró darle un carácter temporal a la decisión del Presidente de retomar las funciones de regulación del sector eléctrico, bien puede ser que la verdadera intención sea prolongarlas. Soy de los que piensan que acortarlo a tres meses fue una especie de premio de consolación, en medio de las muchas batallas que están por venir.
Hay razones para pensar que lo que viene no será la moderación. Una de ellas es la personalidad del propio Presidente, que ve en la rectificación una señal de debilidad. También pesan su confianza en la capacidad de movilizar las masas y, por supuesto, su propia ideología.
Esto le hace daño al propio proyecto político de Petro, que busca construir un país más equitativo en lo social y más diversificado en lo económico. Perder esta oportunidad para impulsar reformas con una coalición amplia sería un gran error. Además, necesita personas con experiencia. Lograr resultados en un gobierno no es un tema de grandilocuencia o buenas ideas, sino un asunto de disciplina y método. Las cosas ocurren porque una larga y pesada cadena se mueve.
El verdadero problema de duplicar las apuestas –llámese asumir las funciones de la Creg, nacionalizar la mayor parte de las pensiones o frenar el modelo de asociaciones público-privadas– es que el país estaría cambiando de régimen económico justo en el momento en que la economía se desacelera. Frenar la inversión privada generará una mayor contracción, que sin duda le quitará respaldo al Gobierno. En ese caso, con un ambiente más tensionado y polarizado, es cuando se corren más riesgos. Es ahí donde ocurren los retrocesos institucionales.
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Como esos escenarios no se pueden descartar, si el Gobierno duplica sus apuestas, los inversionistas reducirán las suyas a la mitad. Por eso, bien haría el Gobierno en frenar esa espiral que lo puede llevar de la radicalización al deterioro económico y de vuelta a la radicalización.
Ojalá que esto no conduzca a que las voces moderadas y con experiencia dentro del gabinete decidan retirarse. Perdería el país, perdería el Presidente y también los funcionarios, pues hay un país aterrizado y pragmático que ha puesto sus esperanzas en el papel que puedan jugar desde dentro, no afuera. Las batallas van a ser formidables, y seguro perderán más de una, especialmente en la medida en que se acercan las elecciones regionales.
Estas voces moderadas en el Ejecutivo, a contrapelo de las movilizaciones que atraen a los extremos, deben convocar a las fuerzas en el Congreso para que los rodeen, y aliarse con sectores independientes fuera del Gobierno. No son tiempos normales.
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