Rosalba Salcedo se ponía punta en pie y se dejaba llevar por la imaginación elevándose como una mariposa. Solía hacerlo muy a menudo, de niña, en Bogotá, donde nació, y aprendió a bailar ballet desde los tres años.

Cuando no estaba en la academia, sintonizaba la Radio Nacional escuchaba música clásica y recorría los corredores de su casa luciendo  la elegante ropa de su madrastra. 

Bailaba ballet porque sentía que trascendía. Se dejaba llevar por la música y “sentía que me  elevaba y que nunca iría a caer”.

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Quería transportarse a las escenas que veía del ballet de Rusia  deslizándose por el hielo. Era una fantasía que la marcó de por vida. Sintió los aplausos del selecto público que asistía al Teatro Colón, al Municipal o a la Media Torta de Bogotá.

Sin embargo, a los 12 años cumplidos, su padre le advirtió que  ese no sería su futuro y la internó en la Normal Departamental de Ubaté para que terminara el bachillerato. Allá perteneció a los coros, fue la bastonera de la banda de guerra, se formó en teatro, en baile folclórico y expandió su espectro en las artes. “Lo pasaba de película. Incluso en vacaciones no iba a la casa y me quedaba leyendo literatura y poesía”.

Con el título de docente se voló para Cúcuta en 1972, a recibir la bendición del padre Calderón. Tenía apenas 17 años. De ese matrimonio  existen tres hijas: Claudia Mabel, Sandra Viviana y Meiber Xiomara Osorio Salcedo. Cuatro nietos varones, dos nietas y un bisnieto.

Y empezó a trabajar como docente en el colegio Juana de Arco y en el Estudios Comerciales para Señorita y continuó en Gremios  Unidos, Comfanorte, Santa Teresa, La Presentación y en el Cardenal Sancha. En los actos cívicos siempre sus alumnas participaban con la danza.

El 15 de junio del 74 organizó su grupo folclórico en la Universidad Libre e hizo su primera presentación.

Tenía alumnos también del colegio Gremios Unidos porque existía  un convenio con los estudiantes de 10 y 11. Ocho años después se independizó como Danzas Rosalba Salcedo.

Nunca quiso tener academia en casa ni en ningún lugar porque era sin ánimo de lucro y enseñaba sin cobrar. Al comienzo citaba a sus “chicos” al Instituto de Bellas Artes y después que lo cerraron se trasladó para la piscina olímpica. T

ambién ensayaba en los parques, en los colegios que la dejaran como el Inem. Pero en el 2002 apareció el mágico sitio de la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero y se mudó, de manera definitiva. Se ha convertido en el punto de encuentros, de reuniones y de ensayos. Los martes, jueves y domingos son citas puntuales con sus estudiantes.

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En estos 50 años ha sembrado la semilla en miles y miles de bailarines y coreógrafos que se encuentran regados en todo el país.

Siente orgullo y se vanagloria de trabajar este medio siglo de manera ininterrumpida porque no se detuvo ni en pandemia por el COVID- 19 porque le tocó representar a la Biblioteca en los actos del Bicentenario en el Templo Histórico de Villa del Rosario con las danzas de la época.

Y en ese mismo trote anda sin asomo de cansancio, alentada por la presentación del sábado 15, a partir de las 7:00 de la noche, en la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, donde hará un recorrido con las danzas por todas las décadas, a partir del 70, esa misma cuando llegó a anclarse en este puerto seco fronterizo.

Muchos de esos alumnos se han hecho presentes para recordar sus comienzos, ya no con las mismas fuerzas, pero sí con la emoción del reencuentro y recordar la época dorada cuando recorrieron todos los rincones de Norte de Santander con sus bailes y danzas. Y asistían a las ferias y festivales de Neiva, Bogotá, Santander, Barranquilla o Cartagena. También traspasaron, con el folclor,  la línea y debutaron en Venezuela, Ecuador, República Dominicana y Panamá.

Y “seguiré volando hasta que Dios quiera y el cuerpo aguante”, dice Rosalba Salcedo mientras se cambiaba su blusa gris ajustada al cuerpo por una ancha, transparente y de rayas coloridas que le caía a las rodillas para poder girar con libertad y continuar con los ensayos.

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Sonríe y se levanta con entusiasmo ese que le inyectan los niños, jóvenes, que también sueñan como ella cuando a escondidas practicaba ballet en una academia en Bogotá y hoy, 50 años después, es su proyecto de vida, que convirtió en la Corporación Nortesantandereana Rosalba Salcedo pro Conservación y Difusión Folclórica, sin ánimo de lucro.

Este sábado, revivirá, a partir de las 7:00 de la noche, muchos pasajes de su vida artística por medio de la danza, después de la eucaristía, porque afirma que todo lo que tiene se lo debe a Dios.

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