Las guerrillas que alguna vez fueron colombianas, hoy son colombovenezolanas; las que antaño eran solo subversivas, ahora son igualmente paramilitares; las que antes luchaban contra gobiernos, están defiendo a uno.
Esta doble naturaleza surgió por la alianza entre los grupos rebeldes y el régimen venezolano, que comenzó en 1999 con la irrupción del presidente Hugo Chávez, y al parecer continuará como mínimo hasta 2031, cuando culmine el polémico tercer mandado de Nicolás Maduro.
Chávez facilitó la incursión de las guerrillas y de sus negocios, no solo por las simpatías evidentes entre movimientos latinoamericanos de izquierda, sino porque expulsó a la DEA de Caracas y a la Armada estadounidense de su porción del mar Caribe, lo que derivó en un crecimiento desmedido del narcotráfico.
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Fuentes de Inteligencia explicaron que, para compensar las pérdidas económicas que dejaron los bloqueos financieros impuestos por la Casa Blanca, “el régimen ha tenido que buscar plata en el mercado negro, metiendo las manos en el narcotráfico, el contrabando, la minería ilegal, lavado de activos y otros delitos”.
Esa urgencia de dinero para patrocinar la maquinaria del régimen terminó de sellar las sociedades con las guerrillas, que ya tenían una amplia experiencia en ese catálogo de rentas ilegales.
Según la DEA, el régimen creó dos estructuras para coordinar esas operaciones de narcotráfico, contrabando y minería, particularmente en la frontera con Colombia: el cartel de los Soles, conformado por oficiales de la Guardia Nacional Bolivariana y el Gobierno; y el cartel de La Guajira, con agentes del Ejército.
Es por esto que el Departamento de Estado de EE.UU. solicitó en extradición a varios dirigentes del régimen, incluyendo a Maduro, por cuya captura ofrece una recompensa de 15 millones de dólares.
Ocupación territorial
En la última década, los insurgentes expandieron sus redes en Venezuela con la complicidad del Palacio de Miraflores.
Pasaron de tener campamentos improvisados, a instalar escuelas de formación y adoctrinamiento; pistas clandestinas y laboratorios de narcotráfico; cultivos de coca y campos minados.
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) tiene células en los estados de Zulia, Táchira, Mérida, Barinas, Apure, Guárico, Anzoátegui, Bolívar, Amazonas y Caracas.
Las fuentes de Inteligencia afirmaron que la mayoría de estas células fueron formadas por comisiones enviadas desde el Frente de Guerra Oriental de ese grupo, cuya base de operaciones es el departamento de Arauca. El comandante de esa estructura es “Pablito”, quien en algunos registros figura como Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, y en otros se llama Carlos Emilio Marín.
También es miembro del Comando Central (Coce) de esa guerrilla, lo que lo convierte en el cabecilla más importante del ELN en Venezuela.
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En cuanto a la Segunda Marquetalia, hay registros de su presencia en los estados de Zulia, Táchira, Barinas, Apure, Amazonas y Caracas.
Su principal comandante en esa nación es Luciano Marín Arango (“Iván Márquez”), quien desde la existencia de las antiguas Farc logró forjar fuertes lazos políticos con el Palacio de Miraflores.
Con la ayuda de la congresista colombiana Piedad Córdoba (ya fallecida), Marín trabajó con Hugo Chávez en la liberación de algunos secuestrados, para darle oxígeno a su marchito gobierno ante la diplomacia internacional.
Ese vínculo continuó en el mandato de Maduro, quien acogió a “Iván Márquez” cuando huyó de Colombia, dejando tirada una curul en el Congreso y el Acuerdo de Paz de La Habana.
Al otro lado de la frontera, junto a varios de sus lugartenientes, fundó la Segunda Marquetalia en 2019; incluso fue auxiliado y protegido por la Fuerza Pública venezolana en 2022, cuando resultó gravemente herido en un atentado.
La otra disidencia de las Farc, el Estado Mayor Central (EMC), tiene células activas en los estados de Zulia, Táchira, Apure, Amazonas y Bolívar.
Su penetración en el territorio se dio gracias a comisiones enviadas desde su Bloque Magdalena Medio, cuya base de operaciones es la región del Catatumbo, al mando de Javier Velosa García (“Jhon Mechas”).
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Su estrategia ha sido diferente, pues al igual que lo hace en Colombia, en el vecino país les disputa los territorios a sangre y fuego al ELN y la Segunda Marquetalia, situación que ha generado desplazamientos y masacres.
En algunos sectores, como en la zona rural de Apure, las Fuerzas Militares venezolanas han tenido que enfrentar al EMC, con muertos de lado y lado. En abril de 2021, el presidente Maduro ordenó una ofensiva contra esta disidencia fariana y denunció que “trajeron al país la práctica asesina de colocar estos artefactos”, refiriéndose a las minas quiebrapata.
Mientras el EMC sigue siendo una preocupación para el régimen, el ELN y la Segunda Marquetalia actúan como paramilitares prochavistas.
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