
Con sus 65 años de edad Guillermo Patiño permanece varias horas haciendo cola para intentar adquirir alimentos; sin embargo, dice que hace ya meses que la escasez y los altos costos le impiden alimentarse tres veces al día.
“En mi casa comemos dos veces al día, desayuno y almuerzo, porque cena ya casi no se puede hacer”, dijo el sexagenario al tiempo de agregar que visita dos y tres establecimientos el día que le corresponde comprar, pero realmente es muy poco lo que logra conseguir, “mire las colas que hacemos para poder comernos una arepita” terminó diciendo.
En el Abasto Bicentenario donde Patiño se encontraba en fila desde las 3:00 de la madrugada, había al menos otras 800 personas, esperando por dos aceites y dos harinas para arepas, únicos productos regulados a la venta ese día.
De esas 800 personas, unas 300 se quedaron sin comprar, porque el encargado de repartir los números avisó que se había acabado la mercancía.
El establecimiento, que forma parte de la red gubernamental de distribución de alimentos, abre sus puertas al público desde las 5:00 de la mañana, pero las “listas” elaboradas por los mismos usuarios, comienzan a conformarse hasta con 12 horas de anticipación.
Pagar de más
Orlando Gómez agregó que pese a pasar muchas horas en cola la mayoría las veces le toca repagar hasta dos y tres veces el valor a los revendedores, para poder llevar alimento para sus hijos e incluso así, en ocasiones deja de comer sin que ellos se den cuenta, porque lo que hay no alcanza para todos.
Por su parte la señora Olga Sánchez, dijo que frente a la actual situación, como ama de casa le toca “volverse creativa” con el menú, para atender las necesidades de su familia, “hago arepitas de yuca si no consigo la Harina Pan, por arroz uso plátano o chocheco y complemento el menú con lo que voy consiguiendo en el mercado y aprovecho las frutas de la temporada, por ejemplo ahorita que hay cosecha de mango, porque ¿cómo le digo yo a mi bebé que hoy no hay comida porque hice la cola y no pude comprar nada?”.
Lucila Martínez, relató por su parte, que ha tenido que comprar azúcar, arroz y harina revendidos, “el problema es que los revendedores piden precios exagerados y a uno el sueldo no le alcanza, porque con dos o tres productos de esos, ya se te va una quincena; y ni hablar del precio de los huevos, el queso, o peor aún, la carne y el pollo”.
Enfatizó que a la acentuada escasez de productos básicos se agrega el problema de la creciente inflación, “uno va a la bodega y ya no sabe cuánto cuestan las cosas, porque cada vez que pregunto, tienen un precio diferente, cada vez más elevado”, finalizó diciendo.