Hace unos días fue de nuevo 12 de octubre, quizá una de las fechas más controversiales que son conmemoradas en la singularmente amplia lista de días festivos que tenemos en Colombia. Y no es para más, ya que la llegada de Colón al continente que hoy conocemos como América, marcó el inicio de uno de los procesos más difíciles de interpretar de nuestro pasado: la conquista y colonización del territorio americano por parte de las monarquías imperiales europeas.
El culto a la figura de Colón proviene de la errónea idea que la conquista y el colonialismo europeo, no solo en América, sino también en África, Asia y Oceanía, fue fundamentalmente bueno, dado que supuestamente llevó la “civilización” a estas regiones del mundo. Esta narrativa tomó forma especialmente en el siglo XIX, cuando las potencias europeas como Inglaterra o Francia, extendieron su dominación a nivel mundial.
El culto se mantuvo en las naciones latinoamericanas, aun después de los procesos de independencia. En Colombia (cuyo nombre proviene de Cristoforo Colombo, nombre original de Colón en genovés), esta idea afloró durante el periodo conocido como “Hegemonía conservadora”, que se extendió entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, en donde persistía la noción de que para que el país entrara en la selecta lista de “naciones civilizadas”, se debían profundizar los lazos con España, política y culturalmente. Es por eso que por muchos años se mantuvo una aproximación acrítica de este pasado, exaltando la fecha con nombres como “día del descubrimiento” o “día de la hispanidad”.
Igualmente se consolidaron los mitos populares del personaje, en donde los niños de colegio se aprendían de memoria los nombres de las tres carabelas, para repetirlos en las izadas de bandera. Esto se juntó a la idea de que Colón era un visionario adelantado a su tiempo, que dijo por primera vez que el planeta era redondo, y lo probó “descubriendo” un nuevo continente.
Podría extenderme en este artículo citando las diversas falsedades alrededor del mito de Colón, como que la redondez de la tierra se conocía desde los tiempos de la Grecia antigua, que es un absurdo “descubrir” una tierra que ya era habitada por millones de personas, o como el “benevolente visionario” gobernó la colonia de Santo Domingo de manera brutal y tiránica. Pero considero más importante hablar sobre las relaciones creadas alrededor de dicha historia, centrándome en quienes fueron directamente afectados por la conquista: los pueblos indígenas.
Y es que el colonialismo resultante de la llegada de Colón, ayudó a la creación de dos narrativas perniciosas acerca del indígena, ambos con la singular premisa de poner al indígena como un “otro” dentro de la sociedad que ellos mismos habitan.
En primer lugar está la narrativa del indígena como “salvaje”, como obstáculo para la civilización y potencial peligro para la sociedad. Esta mentalidad fue la directa causante de la represión y el exterminio, no solo en tiempos coloniales, sino también en la posterior época republicana. Bajo este pretexto se realizó la esclavización de indígenas para extraer caucho en lugares como la casa Arana en el departamento de Amazonas a principios del siglo XX, o el brutal desplazamiento de los Barí en el Catatumbo por las compañías de extracción petrolera que llegaron con la Concesión Barco. Aquí se puede ver como aduciendo su barbarismo, se ha tratado a los indígenas como entes infrahumanos, sobre los cuales se han cometido multitud de abusos.
La segunda narrativa es la romantización del indígena. Esta idea, que se puede trazar al arquetipo del “buen salvaje” planteado por Rousseau, creó una especie de indígena mítico, que era usado como personaje simbólico de la América primigenia. Esto no representaba de ninguna manera la realidad de los indígenas. Algunos de estos indígenas simbólicos aparecen a través de personajes semi-históricos como el cacique Guanentá de Santander, o los amantes Zulia y Guaymaral de Norte de Santander, así como representaciones generales de los pueblos, como la escultura del “indio Motilón” en Cúcuta. Estas figuras crean una idea del indígena, que aunque parece darles simpatía, los infantiliza, ya que los muestra como seres que únicamente habitan los espacios como las junglas, en un estado totalmente natural, viviendo de manera sencilla y poco civilizada, de una manera atemporal. Adicionalmente, estos indígenas imaginarios se presentan como únicamente pertenecientes al pasado, de una supuesta época más simple, y que en cierta forma ya han desaparecido con la llegada del mundo moderno.
Pero lo cierto es que los indígenas aún no han desaparecido, y están lejos de ser simples. Las sociedades indígenas del pasado y el presenta son tan complejas como las de cualquier parte del mundo, y han pasado por las mismas problemáticas y avances. Y lo cierto es que así como nuestra sociedad mestiza posee raíces en España, también las tiene en los pueblos indígenas. Pero lamentablemente, el proceso de asimilación y blanqueamiento que viene de la colonia hasta hoy, en una supuesta búsqueda de “progreso”, ha perpetrado los estereotipos y represiones contra los indígenas. No más falta ver el trato dado a la protesta reciente de la Minga en el Cauca, el constante flagelo de comunidades como la Barí del Catatumbo bajo el conflicto armado, o la pobreza extrema a la son sometidos los Wayuu de La Guajira, afectados por proyectos depredadores como la desviación del río Ranchería.
Pero las perspectivas ya han comenzado a cambiar. Con la aparición de los estudios poscoloniales en las últimas décadas, se ha creado una visión más crítica del colonialismo. Aunque los gobiernos han dado pasos tibios, como darle el políticamente correcto nombre de “Día de la raza” al 12 de octubre, otros han hecho pasos más valientes, como el desmonte de monumentos de Colón en varias ciudades del mundo.
Hay que ser críticos con el pasado. Y aunque la idea no es centrarse en un rencor de 500 años hacia España, sí hay que reconocer que la conquista fue un proceso que resultó en el asesinato y opresión de miles o, incluso, millones de personas. Y aunque los siglos ya han pasado, las mentalidades introducidas allí han perpetuado hasta la actualidad, el racismo y la intolerancia sistémica hacia los pueblos indígenas, tratando de blanquear además su papel fundamental en nuestra sociedad. Lograr reivindicaciones históricas hacia los pueblos oprimidos en un paso necesario para lograr un mejor futuro.
Por: Guillermo León Labrador