Torturas e injusticia
Pese al hermetismo sobre lo que pasa en Guantánamo, varios testimonios y organizaciones de derechos humanos han denunciado las estrategias utilizadas para agredir a los presos. Sin entrar a describir las más impactantes, al interior se registraron privaciones del sueño y exposiciones a temperaturas extremas.
Cada año, tales situaciones han puesto sobre la mesa varias preguntas: ¿por qué no se les garantiza un debido proceso? ¿Por qué no cerrar la cárcel sabiendo esto? Para el profesor del Externado David Castrillón, esto tiene una explicación simbólica, y es que Guantánamo representa para algunos estadounidenses lo que pasó el 11 de septiembre de 2001, día del ataque a las Torres Gemelas que aún no borran de su memoria.
El deseo de castigar a los autores llevó a Bush a abrir la prisión, para así controlar a los señalados de participar en dicho ataque terrorista.
No obstante, el proceso que en Estados Unidos sería distinto, en esa tierra de nadie “evidentemente es un problema serio de derechos humanos”, subraya el profesor Rafael Piñeros, también del Externado. Incluso, se pone en duda que allá exista algo parecido a justicia, pues en 20 años se han dado dos condenas.
Sumado a lo simbólico, el tema también es burocrático. De acuerdo a Castrillón, la opción de un eventual recibimiento de los presos en otros países puede demorarse, pues si bien muchos de ellos han salido por esa vía, las naciones “no desean ser el destino de posibles terroristas, y además Estados Unidos teme que no se lleve un proceso apropiado”.
Bajo esa tormenta de obstáculos y denuncias, para intentarse quitar lo que ellos han llamado una mancha moral, el gobierno de Joe Biden busca cumplir su cometido por lo menos enviando a los presos a otros países, anhelando un cierre definitivo que por ahora parece perdido.
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