La pantalla del teléfono muestra 32°C en Silver Spring, en las afueras de Washington, un domingo de mediados de agosto. Pero en términos de exposición al calor, no todas las partes de la ciudad son iguales.
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María Vélez, de 53 años, sabe que tiene suerte de vivir junto a un arroyo. Muy cerca de su casa, otros barrios con pequeños edificios de apartamentos están mucho más pavimentados y tienen muchos menos espacios verdes: la receta perfecta para la generación de islas de calor, con temperaturas mucho más altas a pocas cuadras de distancia.
El fenómeno se está volviendo cada vez más peligroso a causa del calentamiento global.
En Estados Unidos, donde los huracanes, tornados e inundaciones son una realidad, el fenómeno meteorológico que más mata es el calor. Es por eso que Vélez, preocupada por el tema, decidió participar en una campaña destinada a cartografiar estas islas de calor en el condado de Montgomery, donde vive, justo al norte de la capital estadounidense.
La iniciativa está encabezada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), que desde hace seis años ha permitido estudiar unos 70 condados de todo el país, con la ayuda de sus habitantes.
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“Me inscribí de inmediato”, dijo a la AFP esta profesora universitaria. “Pensé que esto es exactamente lo que debería hacer el condado: aprender lo que está pasando con el cambio climático y cuáles son los impactos”.
En su automóvil familiar gris, ella y su esposo colgaron un sensor, una especie de pequeña antena blanca, en la ventana del lado del pasajero. Una vez encendido, el dispositivo registra la temperatura, la humedad, la hora y su posición exacta cada segundo.
A la pareja se le asignó un recorrido de aproximadamente 17 km, a recorrer no superando los 55 km/h, y que cubre gran parte de la ciudad.
En una hora, regresan a su punto de partida, donde los esperan los empleados del condado, quienes recuperan el sensor y toman nota de las dificultades encontradas, en su caso, una salida fallida de la rotonda que los llevó a doblar dos veces. Para agradecerles, se les distribuyen camisetas con la leyenda “Científico ciudadano”.
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Desigualdades históricas
En total, más de cien personas participaron en el experimento ese día: 57 equipos de dos recorrieron 19 rutas diferentes, cubriendo más de 500 kilómetros cuadrados del condado. La temperatura se midió a lo largo de cada ruta tres veces durante la jornada: a las a las 6:00 de la mañana, a las 3:00 de la tarde y a las 7:00 p. m.
El programa fue un éxito que sorprendió incluso a sus organizadores: cerca de 600 habitantes se anotaron para participar (500 debieron ser rechazados). Los elegidos podían recibir unas decenas de dólares en compensación, pero más del 60% no se llevó el dinero.
Tras los recorridos, los sensores se enviaron a la empresa asociada, CAPA Strategies, que en unas pocas semanas debe analizar los datos y transformarlos en mapas detallados, indicando los puntos más calientes.
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“Las personas de bajos ingresos y de color son las que tienden a ser las más afectadas”, dijo a la AFP Gretchen Goldman, climatóloga de la Oficina de Políticas de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, presente para la ocasión. Estudios han demostrado el impacto que aún tienen viejas políticas discriminatorias, como la de ‘redlining’, por la cual los bancos limitaron los préstamos para viviendas a los residentes de ciertos barrios negros pobres marcados con una línea roja en los mapas, reforzando así la segregación.
“Estos vecindarios resultan ser, incluso hoy, más calurosos que los más blancos y prósperos”, dice Goldman.
Transformar las ciudades
Adaptarse a eventos de calor cada vez más extremos, alimentados por el cambio climático, se está volviendo esencial.
Hoy, la cantidad de días por encima de los 32°C en el condado de Montgomery es de aproximadamente 19 por año. En 2050 serán 70, según Ken Graham, director del Centro Meteorológico Nacional, que forma parte de la NOAA.
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Las islas de calor urbanas se forman porque el calor del sol es absorbido más por las superficies impermeables, como el hormigón, las carreteras y los edificios, que por la hierba o el agua, por ejemplo. Por lo tanto, plantar árboles es fundamental, pero también se están desarrollando otras soluciones, como las pinturas ultrarreflectantes.
Gracias a las campañas de mapeo realizadas en los últimos años, “se han construido parques en ciertos barrios, o se han hecho cambios en el color de los techos: claros en lugar de oscuros”, explicó Graham.
“Convertirnos en una nación preparada para enfrentar el cambio climático requerirá de la participación de todos. Pero si trabajamos juntos, podemos lograrlo”, concluyó.
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