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Introducir la ciencia en el proceso de formación de la ley es un desafío. El resultado: políticas informadas. Funcionarios notables del Ministerio de Justicia, han dicho que una de las principales críticas al actual sistema de fiscalización de drogas, y uno de los grandes retos para la construcción de nuevas políticas al respecto, es la sustentación en evidencia científica.
Efectivamente, aunque la evidencia en sí misma no sea determinante en las decisiones políticas, eso no convierte a la ciencia en algo inviable desde la política. Por eso, el proyecto de ley sobre uso medicinal de la marihuana busca crear puentes de diálogo entre el mundo de la ciencia y el mundo de la política con el fin de ofrecer la posibilidad de construir consensos sociales a partir del resultado de investigaciones y de procesos críticos de pensamiento.
Es a partir de ese acercamiento crítico al tema de la marihuana medicinal que podemos reconocer por ejemplo, que aunque no existen dosis letales ni se han registrado muertes por el consumo de la planta, ella no es una droga inocua. Por el contrario, administrada en dosis o frecuencias no recomendadas, puede llegar a tener afectaciones en la salud física y mental de los colombianos.
Estos riesgos no desconocen las propiedades terapéuticas de la marihuana pero marcan los límites que debemos tener en cuenta, al momento de regular el consumo de los usos medicinales, asegurándonos de usar los estudios clínicos disponibles, para utilizar sus mejores propiedades y, al mismo tiempo, para hacerla poco atractiva para uso recreativo o menores de edad que no tengan calidad de pacientes.
Es cierto que desconocer los beneficios de la planta y clasificarla en una lista reservada para drogas con “propiedades particularmente peligrosas”, ha sido incorrecto. También es cierto que la “guerra contra las drogas” no ha logrado disuadir el consumo sino, por el contrario, ha generado un aumento notable a partir de 1992.
Estos errores se pueden solucionar regulando un marco para el uso medicinal de la marihuana que también atienda los daños potenciales de la planta. No queremos convertir a la marihuana en una aspirina de venta libre, más bien buscamos encontrar ese punto medio, que les permita a los colombianos acceder a sus beneficios y al mismo tiempo, contrarrestar sus efectos nocivos y cualquier desvío hacia mercados ilegales.
Efectivamente, aunque la evidencia en sí misma no sea determinante en las decisiones políticas, eso no convierte a la ciencia en algo inviable desde la política. Por eso, el proyecto de ley sobre uso medicinal de la marihuana busca crear puentes de diálogo entre el mundo de la ciencia y el mundo de la política con el fin de ofrecer la posibilidad de construir consensos sociales a partir del resultado de investigaciones y de procesos críticos de pensamiento.
Es a partir de ese acercamiento crítico al tema de la marihuana medicinal que podemos reconocer por ejemplo, que aunque no existen dosis letales ni se han registrado muertes por el consumo de la planta, ella no es una droga inocua. Por el contrario, administrada en dosis o frecuencias no recomendadas, puede llegar a tener afectaciones en la salud física y mental de los colombianos.
Estos riesgos no desconocen las propiedades terapéuticas de la marihuana pero marcan los límites que debemos tener en cuenta, al momento de regular el consumo de los usos medicinales, asegurándonos de usar los estudios clínicos disponibles, para utilizar sus mejores propiedades y, al mismo tiempo, para hacerla poco atractiva para uso recreativo o menores de edad que no tengan calidad de pacientes.
Es cierto que desconocer los beneficios de la planta y clasificarla en una lista reservada para drogas con “propiedades particularmente peligrosas”, ha sido incorrecto. También es cierto que la “guerra contra las drogas” no ha logrado disuadir el consumo sino, por el contrario, ha generado un aumento notable a partir de 1992.
Estos errores se pueden solucionar regulando un marco para el uso medicinal de la marihuana que también atienda los daños potenciales de la planta. No queremos convertir a la marihuana en una aspirina de venta libre, más bien buscamos encontrar ese punto medio, que les permita a los colombianos acceder a sus beneficios y al mismo tiempo, contrarrestar sus efectos nocivos y cualquier desvío hacia mercados ilegales.