El imaginario popular
La leyenda narra que, Leonelda Hernández, era una joven hechicera de la tribu Búrbura, condenada en la época de La Inquisición, a raíz de sus presuntas prácticas de hechicería. Se convirtió en el símbolo de la rebeldía aborigen contra la opresión española, luego de librarse de la muerte en el Cerro de la Horca (Cristo Rey).
Hija de español e india, nació en 1634, bajo la jurisdicción del cacique Hacaritama, entre Búrburas de la Loma del Viento, actual población de González, sur del departamento del Cesar.
Se inició como aprendiz de hechicera con cuatro compañeras en Burgama. “La preciosa criolla, con piel acanelada de melocotón andaluz”, dice el historiador Manuel Canosa Rodríguez.
Con tan sólo 16 años es condenada a pasar su vida en un convento o en casa de familia responsable, lo cual fue ofrecida a Antón García de Bonilla. Pero “la identidad entre la realidad y los sueños, fundamento descartable de esas dos vidas –Antón y Leonelda-, que, si se bifurcaron, fueron paralelas hacen parte de la historia local, reiteró.
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La hermosa Leonelda no se somete a la reclusión y huye decidida a vengarse. Ella, la “rebelde, mestiza montaraz y enigmática como Don Antón, por su carácter bravío y por ser la más joven y hermosa de las brujas de Búrbura. María Mandona, María Pérez, María Mora y María del Carmen Mandón mantiene una estrecha ligazón histórica con García de Bonilla por su parecido caracterológico: una misma manera de afrontar la adversidad y la muerte.
Nunca fue atrapada ni se supo de su muerte. Aunque se presume que fue el 24 de junio de 1666 la fecha en la que por última vez fue vista con la llegada del obispo Melchor Liñán de Cisneros. Regresó con su gente por aquella misma vereda una vez rescatada por sus congéneres en el Cerro de la Horca y después de incendiar algunas casas huyeron por las montañas.
“Su edad, era de veintiséis años, de regular estatura, ojos negros, vivos y quemadores, color moreno claro, cabello negro como el azabache, su talle gentil y su donaire encantador colmaban las miradas penetrantes de aquella simpática mujer que tenía fama de guerrera, cruel y sanguinaria”, puntualizó.
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