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Política
Jaime Buenahora regresará a la escena política de la región
Asegura que la pobreza y la desigualdad son impresionantes en amplios sectores de Norte de Santander.
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Cicerón Flórez Moya
Cicerón Flórez
Sábado, 17 de Diciembre de 2016

Nortesantandereano y representante a la Cámara por los colombianos que viven en el exterior, Jaime Buenahora Febres-Cordero es un político de dedicación completa y de lo que hace y piensa habla en esta entrevista.

¿Cómo ve el futuro del acuerdo de paz al que se llegó con las Farc?

Después del plebiscito, en el que hubo un resultado adverso para el acuerdo de paz, tuvimos varias semanas de incertidumbre. Pero con los aportes de los del ‘No’ y la aceptación e inclusión de muchos puntos en el nuevo acuerdo, que ya refrendó el Congreso, se abre paso la esperanza. Lo más importante es consolidar ahora el cese al fuego y el reagrupamiento de los militantes de las Farc en las zonas establecidas, con la veeduría señalada. Y claro, vendrá el trabajo del Congreso para estudiar muchos proyectos relacionados con la amnistía, el sector rural, la participación en política de los insurgentes, las drogas, las víctimas y su reparación, la justicia transicional, entre otros. 

¿Cree que están los partidos en capacidad de asumir las nuevas responsabilidades políticas surgidas del acuerdo?

En parte sí, en parte no. Pienso que serán capaces de trabajar en la implementación del acuerdo, es decir, moviendo sus bancadas en el Congreso para debatir, impulsar y aprobar los proyectos de Ley o de Acto Legislativo que el Gobierno presente, proyectos que derivan todos del acuerdo. Pero también hay un ‘no’, porque más allá de la implementación, la paz requiere que los partidos sean más de la gente y menos de las maquinarias políticas. Democratizar los partidos es una tarea difícil, pero necesaria.  

¿Los argumentos de la oposición pueden poner en riesgo la implementación del acuerdo de paz?

La oposición merece todo mi respeto. La oposición al Gobierno, que es de izquierda, apoya el proceso de paz. Y la oposición de derecha que tiene el proceso de paz, encuentra su mejor exponente en Uribe y el Centro Democrático. Estos merecen todo mi respeto, aunque no comparto su visión ni de la historia nacional ni de la sociedad colombiana actual. Creo que en el Congreso son minoría y no afectarán la implementación del acuerdo. Su participación, sin duda, enriquecerá el debate y en algunos puntos ayudará a repensar y mejorar las decisiones. 

¿Cuáles son los cambios prioritarios en el país que requiere el fortalecimiento de la democracia?

Tomo la pregunta no pensando en la democracia formal o en la democracia electoral, sino pensando en la democracia económica y social, que es la que importa. Hay dos cosas fundamentales: primero, no habrá paz si no se combate radicalmente la corrupción. Este es el peor cáncer que tiene Colombia. No permite avanzar porque es depredador. El proceso de paz logrará la dejación de armas y la reincorporación de las Farc a la vida civil y política, pero es inviable para los fines que comporta, los de construir desarrollo incluyente y bienestar, porque la corrupción lo destruye todo. Y segundo, Colombia no puede seguir en el neoliberalismo rampante o, mejor, dominada por el capitalismo internacional salvaje y devastador. Y no me refiero solo a los recursos naturales y las multinacionales, sino al capitalismo salvaje nacional. Pensemos en el mercantilismo en la educación y la salud. Es un horror en este país de desigualdades, donde el 46 por ciento de la población activa laboral gana el salario mínimo o menos.  

¿Está en su agenda el regreso a la política regional?

Sí, lo estoy pensando seriamente. Creo que hay un espacio inmenso, y que la región necesita alternativas no solo ideológicas sino de estilos y actitudes. El ciudadano de bien se siente impotente frente a muchas cosas que ocurren. La capacidad de denuncia es mínima. No sé todavía si participar regionalmente para aspirar al Congreso, o a un cargo uninominal, como la Alcaldía de Cúcuta o la Gobernación de Norte de Santander. Debo escuchar a mucha gente, y recibir sus análisis, sugerencias y consejos antes de tomar una decisión. Pero sí, me gustaría participar políticamente y servirle a la región.   

¿Qué otras expectativas políticas tiene?

Bueno, en el plano nacional también hay opciones, comenzando por las que derivan del Partido de Unidad Nacional, al cual pertenezco. Este partido ha tenido gran vocación de poder y ofrece amplias posibilidades para participar. Yo soy liberal progresista, o mejor, social demócrata, y pertenezco al ala de avanzada en la U. En Colombia, casi todo está por hacer para mejorar las estructuras sociales y construir inclusión y oportunidades. Espero poder contribuir. 

¿Cómo ve a Norte Santander?

Mal, muy mal. Nos falta mucha integración con la provincia de Ocaña y los pueblos de Occidente. Podríamos ser un departamento agrícola con sobradas posibilidades, y nuestra minería podría estar mucho mejor. Cúcuta, aun estando en crisis, no logra salir de esa camisa de fuerza que es el comercio. Y claro, la pobreza y la desigualdad son impresionantes en amplios sectores de la población. Y como si fuera poco, el orden público se ha visto afectado durante muchos años por guerrillas y paramilitares. Y el cierre de la frontera, que es lo más absurdo e irracional, completa el panorama. Pero no hay mal que dure cien años. Norte de Santander tiene gente pujante y pensante, y un gran frente común, lejos de la politiquería, podría darnos nuevas oportunidades. 

¿Qué piensa de Venezuela?

En principio, seguí con entusiasmo a Chávez, porque pensaba en la gran corrupción que por décadas manejaron Copei y Acción Democrática. Entendía la necesidad del cambio. Chávez fue una reacción lógica. Tuvo muchos aciertos, sin duda, pero el chavismo generó una confrontación social innecesaria, sobre la base de la lucha de clases. Y siguió con un modelo económico paternalista, de subsidios, y entonces el socialismo que pretendieron nunca fue productivo, ni siquiera sostenible. El petróleo ha sido a la vez una joya y una tragedia. Se perdió una gran oportunidad, porque después vino el huracán de la corrupción, el desabastecimiento, la caída de los precios del petróleo, en fin. Lo grave es que la oposición no muestra ninguna alternativa seria y si llega al poder, seguramente Venezuela caerá en las garras del neoliberalismo y su petróleo será controlado por las compañías extranjeras. Ojalá me equivoque en estas predicciones. 

¿Cuál es su lectura sobre Donald Trump?

Funesto para los Estados Unidos y para el mundo. Su visión de los latinos inmigrantes, del pueblo musulmán, de las mujeres, de la China,  deja mucho que desear. Poco a poco entenderá que no estaba preparado para gobernar a Estados Unidos. Ojalá recuerde a Reagan, quien siendo relativamente ignorante sobre el mundo,  se supo rodear y contó con grandes asesores. Su visión económica es propia de su condición de multimillonario, sin corazón social, y los resultados mostrarán todo esto. Por fortuna, Estados Unidos y, sobre todo, el medio país que votó por Hillary Clinton y quien ganó el voto popular con más de dos millones sobre Trump, sabrá reaccionar. El legado de Obama es fuerte. La gente protestará, ojalá para dejar los impulsos de Trump y llegar a la razón.

¿Trabaja en algún nuevo libro?

Lamentablemente dispongo de poco tiempo por la carga laboral que implica mi trabajo como congresista y porque tengo muchos compromisos académicos en Estados Unidos. Pero sí, estoy escribiendo un libro sobre la confrontación que resulta entre los procesos electorales colombianos, entendiéndolos como parte de la democracia simplemente formal, y la verdadera democracia, la real, la que importa, es decir, la democracia económica y social.

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