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Por los barrios
¿Sabía cuál es el barrio de Cúcuta que iba a ser un club de pesca?
En 1980 fue el año en que a Tucunaré le otorgaron el estatus de barrio.
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Kevin Javier Beltrán León
Domingo, 18 de Septiembre de 2022

Hace unos 60 años había letreros, en lo que hoy es la entrada al barrio Tucunaré (parte baja), en los que anunciaban que pronto abriría sus puertas un club de pesca. Un proyecto comercial y turístico que nunca se concretó, dándole paso a una invasión.


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Según los vecinos, los ingenieros pensaban que como el terreno tenía varios huecos y es ondulado sería fácil llenar la zona de agua para formar lagunas artificiales, echar los pescados que los visitantes pescarían en botes y con redes de pesca.

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Sin embrago, nunca se puso un solo pescado, por el contrario el lugar quedó desolado hasta que llegó Leonor Manrique de Rincón, cuando apenas tenía 16 años, en compañía de su esposo a construir una humilde casita, para 1973.

 La mujer, hoy de 65 años, ha visto la evolución del ba­rrio y recuerda como si hu­biera sido ayer cuando a su pareja le ofrecieron un lote en Cúcuta, cuando ellos vi­vían en Bucaramanga.

 “Mi marido era músico, él junto con otros dos amigos suyos tenían un trío musical con el que se ganaban la vida cantando en diferentes lugares o haciendo serenatas a los enamorados. Un amigo le ofreció que construyera en Cúcuta, que estaban poblando Atalaya y él aceptó, nos vinimos para acá”, comentó la mujer, natal de Bucaramanga, Santander.

Así fue como ella alistó sus maletas, con el miedo a no conocer la ciudad y saber que iban a una zona donde ni siquiera había vecinos cerca, solo un terrero donde había otras dos casas, alejadas la una de la otra como a 30 metros, según recuerda.

 

‘Sufrimos al principio’

“Yo de fechas no recuerdo bien, pero primero vivimos en el barrio San Rafael, luego pasamos a construir la casita con tablas, plásticos y otros elementos. La casa más cercana a la mía era la de un señor de apellido Pinto, que criaba chivos y de una abuela”, indicó.

Y añadió que sufrieron al principio porque no tenían vecinos, luz, agua potable, ni alcantarillado, el único lugar por donde pasaban carros y motos era por la antigua vía Cúcuta- El Zulia.

“Ni Antonia Santos estaba construido, en ese lugar solo había monte y una choza de paja. Somos de los primeros vecinos y créame que he quedado sorprendida por los avances de mi barrio”, aseguró Leonor.

Pero la mayor necesidad, según ella, fue la carencia de agua potable, luz y alcantarillado. Fue para 1980 cuando las empresas prestadoras de esos servicios públicos instalaron las tuberías, postes y cableado necesario para suplir esas necesidades en la creciente invasión.


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“La luz era la de las lámparas de queroseno, con esas nos alumbrábamos de noche para ir al baño o salir a la calle; el agua la traíamos de Claret en baldes y las he­ces fecales las tirábamos en pozos sépticos”, indicó Leo­nor Manrique.

Un momento duro para ella fue cuando, al parecer, por disputas entre líderes comunales el barrio se divi­dió en la parte baja y alta. La invasión obtuvo su estatus de barrio en 1980.

 

Un negocio de madre e hija

Leonor y su hija Veróni­ca actualmente tienen un negocio familiar en el que fabrican recuerdos en poli­carbonato, un material con el que también hacen algu­nas estructuras de vivien­das, maletas, vasos y copas plásticas, entre otras.

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Las dos mujeres inicia­ron hace varios años con este negocio, con el que se ganan la vida y se divier­ten, pues se unen como madre e hija cada vez que hacen los recuerdos de bodas, bautizos, baby showers, primeras comu­niones y quince años.

“Es un pequeño nego­cio que aprendimos poco a poco, pues ahorita sa­bemos cómo se amasa el material, el secado, los moldes, el tiempo correcto entre cada paso. En fin, es un arte con el que nos sen­timos felices”, comentó Verónica.

Cada recuerdo puede costar hasta $5.000, pero Verónica y su madre ya tie­nen clientes que compran por cantidad, generando mayores ganancias.

 

El sueño de progresar de Eliud

Eliud Santiago Ortega nunca pensó que la pequeña tienda, que abrió el 10 de enero de 2005, a un lado de la venta de gasolina que te­nía su papá se convertiría en el supermercado Alejandro, un negocio que actualmente genera empleo para perso­nas de Tucunaré y sectores cercanos.


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“Yo trabajaba en un su­permercado, pero ganaba poquito ($50 mil por se­mana), creí que montando la tienda iba a igualar ese sueldo. En Cenabastos hice un crédito por $560.000 en mercancía, mi anterior patrón habló con el señor para que me surtiera”, dijo Eliud Ortega.

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Así nació el supermerca­do Alejandro, un negocio que fue creciendo al pun­to que actualmente hay 21 empleados, entre cajeros, administrativos, aseado­res y ayudantes que dia­riamente deambulan por el área de venta, que mide 300 metros cuadrados y las bodegas y oficinas.

Para muchos vecinos de Tucunaré, Eliud es uno de los emprendedores que nacieron en el barrio para apoyar a los suyos. “Mire que con este supermerca­do varias personas tienen un trabajito. El supermer­cado es de los lugares in­signia del sector”, indicó Rosa Pérez, vecina.

 

El estado de las vías

 Algunas vías del barrio tienen grietas, provocando que difícilmente las personas puedan pasar por allí. La comunidad le ha pedido en varias oportunidades a la Secretaría de Infraestructura que pavimenten las calles afectadas, pero solo han recibido evasivas.

Las calles fueron pavimentadas por la comunidad, hace unos 15 años, con recursos de ellos mismos. Luego, la Alcaldía de Cúcuta los apoyó con la pavimentación de otras vías.

 

Sitios para visitar

Ramón Quintero, líder comunal de Tucunaré (par­te baja), explicó que actualmente está la Escuela Gabriel García Márquez, ubicada en la avenida 33 con calle 8, el coliseo Salatiel Martínez, en honor a un líder comunal, que fue remodelado hace pocos meses.

“Esas obras han sido importantes para el crecimiento del barrio, permiten que los jóvenes y niños se enfoquen en el deporte y la educación”, resaltó el líder comunal.

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