Lavó platos, fue mesero, auxiliar de cocina, cocinero, jefe de línea y ahora chef. Así se dio a conocer en todos los países que visitó. Aprendió y dejó huella con los sabores de su tierra nortesantandereana.
Yamid Ávila pensó que era un nómada de los sabores, que iba de un lado a otro, visitando los países que creía cuna de la gastronomía, pero la pandemia cortó sus alas y lo hizo regresar a su casa, a Pamplona, donde empezó. Creía todo perdido, que había echado a la borda los 20 años de lucha.
Sin embargo, esa experiencia adquirida en México, Perú, Argentina, Bolivia, Brasil, le sirvió para visionar, durante el confinamiento, su emprendimiento en las entrañas de la naturaleza. Así nació ‘Del Páramo’, un taller de cocina que construyó con ladrillo, adobe, muy artesanal, utilizando las herramientas que usaron sus abuelos.
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Al terminar su bachillerato en el Sagrado Corazón de Pamplona viajó a Alemania, a un intercambio estudiantil, durante un año, y la familia que lo acogió le enseñó los primeros pasos de la repostería. Aunque en ese momento estaba enfocado en el fútbol, incluso perteneció a una liga.
Al regresar, sus padres le sugirieron que estudiara una carrera alterna a la gastronomía. Y les hizo caso. Comenzó Administración de Negocios en la Universidad La Sabana, pero la cocina lo seducía y se matriculó en la escuela ‘Mariano Moreno’ en Bogotá. Sus manos empezaron a fluir en la cocina y al tercer semestre tuvo la necesidad de explorar y viajó a Nueva York a tocar puertas en restaurantes para ingresar a las cocinas. Muchas se cerraron y otras se abrieron. Su persistencia, su disciplina, su constancia, lo convirtieron en ejemplo de trabajador y después de lavar muchos platos pudo ponerse el delantal para cocinar.