En su teléfono celular, Matt Formston muestra con orgullo una foto en la que aparece surfeando una montaña líquida frente a la costa de Portugal, donde se forman algunas de las mayores olas del planeta. Para él, sin embargo, es imposible contemplarla porque es ciego.
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A pesar de haber perdido la vista cuando era niño, este surfista australiano se ha pasado la vida domando el océano. A fines de noviembre, con 44 años, logró su hazaña más audaz: dominar con éxito olas de hasta 12 metros de altura frente a Nazaré, el "spot" de los récord mundiales.
"La mayoría de los surfistas videntes no quieren tener nada que ver con esas olas", dice Formston a la AFP en Pismo Beach, California, durante el Mundial de Surf Adaptado, que ya ganó tres veces en la categoría de discapacitados visuales.
"Pero me encanta. Me encantan las olas grandes", asegura.
Sus penetrantes ojos azules parecen perpetuamente furtivos. La culpa es de la "distrofia macular", una enfermedad de la retina que le privó a los cinco años de toda su visión central y le dejó sólo un 3% de visión periférica en el ojo derecho y un 1% en el izquierdo.
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Su discapacidad equivale a "ponerse un puño delante de un ojo" y percibir fugazmente unas cuantas formas gracias a los "bordes exteriores", "tan borrosos como un parabrisas lijado", explica el deportista.
Mejor que sin discapacidad
Todo esto no le impidió heredar el amor por el mar alimentado por su madre peluquera y su padre, gerente de marketing en una empresa de cervezas y vinos.
Valiéndose de sus otros sentidos, aprendió a domar las olas de Narabeen, un pequeño balneario en las afueras de Sídney de donde salen algunos de los mejores surfistas de Australia.
En la playa Pismo Beach, su conexión con el mar es evidente. Con la ayuda de un guía que le avisa cuando las olas están a punto de golpear, Formston se desliza sin esfuerzo sobre la cresta, dibujando curvas que siguen naturalmente el oleaje, sin forzar nunca las maniobras.
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Formston utiliza su pie delantero "como un bastón" para ajustar sus movimientos a la pendiente fluida, más o menos hueca. "Siento la ola y simplemente hago lo que ella quiere", dice, vestido con un traje con la inscripción "Surfista ciego", la única forma en que un observador casual sabría sobre su discapacidad.
Ante la admiración de otros aficionados al surf, este exparaciclista profesional que participó en los Juegos Paralímpicos de Rio en 2016 tras ser campeón del mundo de persecución en 2014, se niega a considerarse excepcional.
"Cuando las condiciones son realmente buenas, muchos surfistas se quedan después de la puesta del sol. Así que surfean como yo en la oscuridad", argumenta Formston, que trabaja como ejecutivo en una empresa de telecomunicaciones.
"Me limito a hacer eso todos los días", dice.
"Olas de 10 o 12 metros"
Dylan Longbottom, el especialista en olas grandes que ayudó a Formston en su preparación para Portugal, asegura que Formston "es mejor que muchos surfistas videntes".
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"Es un gran trabajador, es una persona de voluntad muy fuerte", afirma.
"Que un surfista ciego se suba a las olas más grandes del planeta en Nazaré, y luego surfee olas de 10 a 12 metros de altura (...) es realmente histórico", subraya el deportista.
El propio Longbottom estuvo al borde de la muerte en 2018 tras una caída en este lugar, donde las olas más grandes superan los 25 metros.
Como parte de su entrenamiento, Formston trabajó mucho en su respiración, hasta el punto de poder contenerla hasta por cinco minutos.
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"La gente piensa que las palabras 'ciego' y 'surf' no van juntas. Pero el océano es el lugar más seguro para mí", dice este padre de tres hijos.
"Cuando paso por un estacionamiento, hay cunetas, hoyos, autos, (...) muchas cosas peligrosas para una persona ciega. En el océano, si te caes de la tabla estás en el agua, y en la medida en que puedas nadar estás a salvo".
Mientras espera los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles 2028, donde es probable que el surfing adaptado figure por primera vez en el programa de la competencia, este cazador de olas grandes pretende seguir superando límites.
"Realmente siento que debería poder ir aún más lejos la próxima temporada", dice, con la mira puesta en lugares legendarios para hacer surf como Jaws, en Hawái, y Shipstern Bluff, en Australia.
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