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Yoseph Villamizar, el soldador de Villa del Rosario que conquista los cielos del mundo
Este soldador de profesion construye aviones para labores agrícolas, turísticas y de vigilancia y, además, pilotea.
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Leonardo Oliveros
Leonardo Favio Oliveros
Categoría nota
Domingo, 10 de Marzo de 2024
 

 

Algunos no podrían creer que en Villa del Rosario, Norte de Santander, un soldador profesional, con 32 años en el oficio, ha construido 237 aviones comerciales usados en la agricultura o vigilancia en grandes extensiones, en las empresas que trabajó en el taller que él tiene en el barrio La Palmita.

Esa es la historia de Yoseph Richar Villamizar Guerrero, de 53 años y oriundo de Suratá (Santander), proveniente de una familia de campesinos y que desde muy niño sintió pasión por la aviación, tanto, que a los 10 años elaboró en madera una pequeña aeronave de 10 centímetros, la cual aún conserva.


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“Por la finca de mi abuelo pasaba la ruta que va al norte, en la tarde veíamos los aviones comerciales a gran altura. Posteriormente, mis tías me llevaron a estudiar a Bogotá y una de ellas, Amparo Guerrero, trabajaba en la en la Escuela de Aviación y me llevaba. Ahí quedé fascinado y busqué la forma de estudiar alguna especie de ingeniería, porque me llamaba la atención la construcción, pero fue imposible”, recuerda.

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El aluminio que usa el soldador es uno especial para la aviación./ Foto Juan Pablo Cohen-La Opinión

Y esa pasión también se ve reflejada en la fachada de su empresa Centauro, con estructura y logos referentes a la aviación. Quien transita por esa calle, se asombra del diseño del muro que resguarda la fábrica de Villamizar y en donde ahora construye otra aeronave.

“Me inicié en el tema de la televisión por cable, fui pionero en Colombia en instalar redes y terminé haciendo las antenas parabólicas, esos platos grandes que en algún momento se vieron. Posteriormente, vinieron las empresas de televisión con antenas pequeñas, con equipos más sofisticados y las que yo fabricaba quedaron atrás. A raíz de eso, me enfoqué en la aviación”, relata.


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A finales de 1999 comenzó a laborar en compañías que construyen aviones, la primera de ellas fue en Quindío. Allí un hombre le explicó la soldadura de avión, por eso comenzó probar. En 2003, enviaron cinco aviones a Venezuela, para el cuerpo de seguridad que resguardaba las carreteras. Luego exportaron a Ecuador, Chile, España y otros países.

“Estando en esa empresa supe que en Colombia se hacían aviones de este tipo, principalmente,  en Cartago y Buga, en Valle del Cauca. Conocí en el Valle al ingeniero italiano Máximo Tedesco (quien lleva más de 50 años fabricando aeronaves en Jamundí), uno de los representantes de esta profesión desde 1971 y, actualmente, tiene la fábrica en la que certifica aeronaves para fumigación”.

Al analizar el panorama, se percató que era “muy lucrativo fumigar con aviación liviana” y se metió de lleno, por lo decidió a estudiar sobre la elaboración de estas aeronaves y a prepararse. Así empezó a construir sus aviones propios, para uso turístico y de aspersión.


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2007: primer avión propio

De Máximo Tedesco, Yoseph Richar Villamizar aprendió sobre el aluminio aeronáutico y demás tipos de materiales que se utilizan, por lo que precisó que es un insumo especial, con “aleaciones que permiten trabajos y fortalezas diferentes”.

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Hasta la fachada del taller-empresa de Villamizar es reflejo de la pasión que siente él por los aviones. / Foto Juan Pablo Cohen-La Opinión

“Es fácil de trabajar –ese aluminio-, con las herramientas adecuadas, obviamente, y es el que se usan los fabricantes de aviones en todo el mundo”, afirma.

Con la experiencia y el conocimiento adquirido, decidió en 2007 materializar el primer proyecto personal: construir una aeronave para él.

“Éramos dos, un ingeniero y mi persona y nos dimos a la tarea de fabricar dos aviones, porque él quería uno: Me dijo: ‘tú conoces de técnica y yo tengo el dinero, hagamos dos modelos’. Los que fabricamos tuvieron un buen resultado, nos quedaron muy bien hechos. El amigo lo conserva y el mío se vendió”.

¿En cuánto lo vendió? “Te digo, barato. Como en $32 millones, en esa época. Solo invertí en el fuselaje, porque el motor y la hélice el otro señor las puso”, respondió el soldador, quien además es piloto de este tipo de nave.


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En promedio, según este visionario, se tarda alrededor de cuatro meses para construir un avión. Lo mínimo que se ha demorado son 90 días, pero con la ayuda de otros seis compañeros. Resaltó que en Cali, en una de las fábricas en la que laboró, él y otras 21 personas experimentadas sacaban cuatro aviones mensualmente.

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Yoseph Richar Villamizar Guerrero tambien pilotea estos aviones desde hace 22 años./ Foto Juan Pablo Cohen-La Opinión

¿Se requiere licencia?

El soldador destacó que los Reglamentos Aeronáuticos de Colombia (RAC) contemplan dos formas de trabajar ese tipo de aviación: constructor y fabricante, este último corresponde a un grupo de personas que conforman un equipo empresarial, el cual diseñan y proyecta un avión, lo materializa y busca certificarlo, para venderlo en cualquier parte del mundo. 

Yoseph Richar Villamizar indicó que él es constructor, solo diseña y elabora, pero no a nivel comercial. Aunque lo puede hacer, si una empresa le ayuda a conseguir la certificación. Y así es como ha enviado sus aviones a otras partes del mundo, como África, Italia y Francia, pero baja un poco el precio por los costos de la certificación, la cual brinda garantía de hasta por 15 años al producto.

Réplica del avión de Camilo Daza

Desde hace 6 años, este santandereano ha querido construir la réplica del primer avión que en el año 1919 piloteó el aviador pamplonés Camilo Daza Álvarez, precursor de la aviación comercial en Colombia. Incluso, buscó apoyo con la Gobernación y la Alcaldía, pero hubo algunas dificultades y no se pudo.


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No obstante, Pro Cúcuta lo buscó para que le contara su experiencia y se revivió la iniciativa de replicar del ‘Santander’, el modelo Caudron G3 francés, insignia de la Fuerza Área Colombiana, porque esa organización civil quiere darle a Cúcuta un monumento, con el fin de impulsar el turismo y exaltar la memoria de este personaje.

“La réplica estática vale un promedio de $250 millones a $300 millones. Me gustaría hacer una obra que perdure en el tiempo. Que pasen 30 o 40 años y esté el monumento ahí. Que trascienda” dijo, por eso mantiene conversaciones con Pro Cúcuta para ver cómo materializan este proyecto, aunque su idea inicial era construir el primer avión de Camilo Daza en el que la gente pudiera surcar el cielo y dar vida a una feria aérea.

Aeroclub Barí

Su esposa y sus hijos lo han apoyado en este proyecto, manifestó Yoseph Richar Villamizar, quien también señaló que otros han tildado de locura lo que él hace.

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Y es que esa fascinación por los aviones también se ve reflejada en su participación en el Aeroclub Barí, en honor a la etnia indígena del departamento que fundó con el apoyo de la Gobernación, hace 5 años y otros 12 amantes de la aviación, por la necesidad de matricular los aviones y compartir esta pasión.

En Quindío y Valle fundó en el pasado dos clubes similares y al llegar a Norte de Santander, hace 6 años, sintió el deseo de crear uno, además, porque es piloto desde hace 22 años.

El club queda en Puerto Lleras, zona rural de Cúcuta, en donde tienen una pista, con derecho a torre de control, comparten experiencias y tripulan los vehículos.


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