Ser embajador para la integración. Esta fue la responsabilidad encomendada al cantante Juan Fernando Fonseca por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la oenegé norteamericana ACDI/VOCA en el marco de su programa Alianzas para la Reconciliación (PAR). Su misión: luchar contra la xenofobia y promover la inclusión de los venezolanos en Colombia.
El artista compartió con La Opinión sus reflexiones sobre los procesos migratorios vividos por Colombia y Venezuela, desde las experiencias con su Fundación Gratitud y el programa Colombia Sin Fronteras.
Esto es lo que ve, siente y espera desde los tricolores de su alma.
¿Cuál cree que es la percepción de los colombianos acerca de los venezolanos y que se necesita cambiar ?
Yo creo que sería un error decir que hay solo una percepción. Hay un miedo y más en esta situación de pandemia, de perder una oportunidad de trabajo porque se la den a un venezolano.
Ha habido algunas historias de delincuencia por las noticias y ese es uno de las grandes puntos de esta campaña por la reconciliación que estamos haciendo, hablarle a los medios para que así como a veces toca dar una noticia mala, pues también se den buenas de todo lo que pasa con los venezolanos en Colombia. Hay que entender que no se puede generalizar.
¿Cuáles son las oportunidades que pueden encontrar, tanto colombianos como venezolanos, en medio de este proceso migratorio?
Hablo, cien por ciento, desde la Fundación Gratitud. Vemos una gran oportunidad porque eso es lo que nosotros sabemos hacer y es lo que queremos hacer: que por medio de la cultura podamos generar ese encuentro de empatía, respeto, admiración y conexión real.
Eso es lo que estamos haciendo en este momento con Usaid, con la Fundación Gratitud y con los talleres. Por eso, somos parte también de Colombia Sin Fronteras (centro de información de los migrantes venezolanos en Colombia), porque creemos que por medio de ese encuentro cultural, el colombiano se da cuenta que el venezolano habla el mismo lenguaje y no me refiero solamente al español, habla el mismo lenguaje del corazón.
En su discurso habla no solo del proceso de la migración venezolana sino también del desplazamiento interno en Colombia, ¿qué tienen en común?
Muchísimas cosas en común. Lo hemos visto con la Fundación, desde nuestro trabajo en Soacha, un lugar con gente de todas partes de Colombia, ahora también de Venezuela.
Encuentras poblaciones desplazadas de muchas partes del país y la situación es, no quiero decir idéntica, porque el venezolano llega con unos problemas migratorios, pero el colombiano igual llega sin nada a una ciudad agreste como Bogotá. Nosotros tuvimos esa experiencia con la Fundación, hemos recibido a gente del Chocó, le das espacio y le valoras su cultura, su música y sus costumbres y cuando los juntas como comunidad, los haces sentir especiales por lo que ellos son. Así recuerdan y se sienten en su lugar de origen, ahí es donde juega ese papel mágico, la cultura.
Ha mencionado reiteradamente la noción de empatía cultural en el marco de la fundación que lidera, ¿cómo aplicarla en las dinámicas de convivencia entre colombianos y venezolanos?
Ese tema de la empatía es ponerse en los zapatos del otro y entender la otra situación y realmente ver por dónde es que uno se conecta. Hablamos de empatía cultural, de cómo con la cultura y la música, en estos campos neutrales, entiendes que vibras en la misma frecuencia de otra persona, sin importar de dónde venga.
Siempre ha sido nuestro discurso y seguirá siendo, porque creemos cien por ciento en la cultura como bienestar. Creo que con la comunidad venezolana que está en Colombia, por medio de la cultura, lograremos encontrarnos, reconciliarnos -si es que hay que hacerlo- y conocernos.
Ese canal cultural es muy valioso y por eso seguiremos hablando de empatía cultural.
Una parte de la realidad de la migración venezolana son los caminantes, ¿Le tocado vivir de cerca esa experiencia con alguno?
A mí, ese tema de los caminantes me parte el alma. He tenido la oportunidad de verlos en las carreteras de Colombia, las familias enteras caminando con los niños.
Tengo hijos y eso es lo que más me toca, no he tenido la oportunidad de hablar mucho con estas familias que me he encontrado. Pero, los caminantes y las historias en las noticias le rompen el alma a cualquier persona.
Tras nueve años viviendo fuera de Colombia, ¿qué tan importantes fueron las redes de apoyo para su proceso migratorio?
Cien por ciento. Tal vez esa fue la razón por la que terminé quedándome en Estados Unidos (...) por esa red de apoyo, de amigos, músicos, compositores, productores. Ver que podía abrir otro camino de mi carrera al estar allá y tener contacto cultural con gente de otros países, todas las semanas.
Miami (Florida, Estados Unidos) cuenta con esa característica: gente de todas partes de Latinoamérica o del mundo y que uno constantemente puede estar haciendo música con ellos. Esa red de apoyo para mí fue importantísima y lo sigue siendo, sin duda.
Tienes un proyecto web: Historias de gratitud. ¿Guarda alguna sobre Venezuela que quisiera recordar?
Sin duda. Venezuela fue el primer país que me abrió las puertas para grabar mi primer disco, me recibió en ese momento donde yo estaba arrancando de ceros y conocí a gente muy importante para el resto de mi carrera y de mi vida.
Por eso, mi gratitud con Venezuela siempre será gigante, tiene todo que ver en mi desarrollo como cantante, compositor y, pues, que obviamente en la vida nunca voy a olvidar y que siempre tendré en el corazón.
Redacción: Paola Rodríguez Gáfaro | paola.rodriguez@laopinion.com.co