Cuando le quitaron las vendas de los ojos un día después de su doble operación de cataratas y recuperó la vista, lo primero que hizo la granjera nepalí Santi Maya fue lanzarse sobre su esposo y tomarlo de las manos.
"Estoy tan feliz", declara mirando a su marido, ambos risueños, frente a frente y tomados de la mano en el patio de una escuela, transformada provisionalmente en hospital oftalmológico.
"Puedo ver el mundo", dice. "Ayer todo estaba oculto aún. Hoy veo por todas partes".
Santi cuenta con alegría que ahora podrá ocuparse nuevamente de las tareas domésticas e ir a buscar el alimento para el ganado.
Maya fue una de las 200 personas que se beneficiaron de una campaña de operación de cataratas organizada en Basantapur, pequeña ciudad en las laderas de una colina en el Himalaya, cerca de la frontera con India.
Las intervenciones fueron realizadas por Sanduk Ruit, un cirujano oftalmólogo nepalí quien ya hizo más de 130.000 operaciones de ojos en Nepal y otros lugares, financiadas por un multimillonario de la tecnología electrónica.
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Juntos prevén devolver la vista a unas 500.000 personas en el mundo de aquí a 2030.
Nepal tiene una de las tasas de cataratas más elevadas del mundo. Como consecuencia de este problema, el cristalino del ojo se opaca lentamente y perturba poco a poco la visión antes de causar la ceguera.
Las causas son múltiples, pero en los países en vías de desarrollo la pobreza es un factor agravante.
Para quienes practican la agricultura, que deja pocas ganancias, la ceguera es un doble castigo. La familia pierde un miembro que contribuye a su escasa subsistencia y debe asumir los gastos.
Naranja mecánica
"Se tiene la impresión de ser un cadáver", comenta Rudra Prasad Nepal, de 66 años, una vez que recuperó la vista de su ojo izquierdo.
"No podía diferenciar las semillas, los abonos, los pesticidas", recuerda.
Tras una inyección de anestesia en el globo ocular, el cirujano abre los párpados del paciente con un instrumento que recuerda la escena de tortura del filme "La naranja mecánica" de Stanley Kubrick.
Sanduk Ruit realiza una incisión en la córnea por un lado antes de retirar la totalidad del cristalino, o lo corta con un escalpelo de ultrasonido.
Trabaja con los pies descalzos para controlar mejor los pedales bajo la mesa.
Luego introduce el lente de reemplazo en el ojo -de acuerdo a la prescripción visual del paciente- producido a un costo de solo cuatro dólares en la fábrica de su instituto oftalmológico en Katmandú.
Por último, cauteriza la pequeña herida y termina una operación que dura siete minutos.
A los 68 años, ha recibido muchos premios internacionales y sabe el poder que tiene para "cambiar no solo la vista del paciente", sino "también su vida y la de su familia".
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"Tener tal responsabilidad no es poco", agrega.
Criadores de yaks
Sanduk Ruit creció en Olangchung Gola, un pueblo aislado de la región de Kanchenjunga, tercera montaña más alta del mundo, a unos 25 km de la frontera china y a nueve horas de marcha de la carretera más cercana.
De cultura tibetana, los habitantes de ese lugar son los Walung, uno de los más pequeños grupos del mosaico étnico nepalí, en general criadores de yaks y comerciantes.
Es un origen modesto para un cirujano de este calibre, pero su padre descubrió temprano su potencial y lo inscribió en la escuela de misioneros en Darjeeling.
Caminaron dos semanas para llegar hasta la escuela, durmiendo a veces en grutas por el camino.
En la adolescencia, entró a un colegio de Katmandú donde compartía una pequeña habitación con su hermana, hasta que esta contrajo tuberculosis.
"Éramos muy cercanos", dice. "Murió, fue un período muy triste de mi vida", añade con la voz aun temblorosa al evocar el recuerdo.
Poco antes de morir, a los trece años, su hermana le pidió que hiciese cosas "para la gente". Sus palabras quedaron grabadas en su memoria, obtuvo su diploma de médico y después se especializó en oftalmología.
"Redención" de un millonario
Desde la pandemia de coronavirus, con la ayuda del millonario de origen indio Tej Kohli, el médico creó una fundación para ampliar su actividad, formando cirujanos en diferentes países.
El empresario de 64 años instalado en Reino Unido rechaza revelar el monto de su fortuna, pero prevé gastar al menos 100 millones de dólares en ese proyecto, dijo a la AFP.
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En los años 1990 fue condenado a siete años de cárcel por fraude postal en un caso de estafa inmobiliaria de varios millones de dólares en Estados Unidos, pero afirma que fue engañado por un socio.
Purgó gran parte de su pena en un campamento militar de Nevada, antes de lograr una liberación anticipada.
Con un diploma en ingeniería eléctrica, creó una empresa de sistemas de pago en línea en Costa Rica y fue propietario de sitios de juego cuando la legislación era permisiva con empresas de internet en pleno auge.
Ahora posee una amplia cartera de inversiones que incluye una plataforma de comercio electrónico y reconoce que es una forma de "redención" gastar su fortuna financiando centenares de miles de operaciones de cataratas a un costo de 50 dólares cada una.
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