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“¡Viva la paz! ¡Viva la paz! , así exclamaba, un pajarillo aterrado, que se encontraba atrapado en los anillos de una feroz culebra mapaná”.
Como el aterrado pajarito yo creo en la paz. Colombia, con certeza cree en la paz. Si creemos, que es posible lograr la paz por la via del dialogo concertado, siempre y cuando, se juegue limpio. Siempre y cuando, las partes generen sinergia de voluntades ciertas y se integren los esfuerzos bajo la premisa de “alma, vida y sombrero”. Es decir, sin guardar nada, sin reservas, con todas las cartas sobre la mesa.
La paz no es nada diferente al hábitat natural de los pueblos y de las democracias civilizadas. Y Colombia es sin duda una de las más sólidas democracias del planeta. Aquí no existe caldo de cultivo para las autocracias.
Que existen desigualdades sociales y desequilibrio en el ofrecimiento de oportunidades de mejorar la calidad de vida para los sectores mas vulnerables (se incluye la clase media). Es cierto. Claro que es cierto.
Que existe corrupción administrativa en el sistema. Cierto también. Que existen desafortunadamente un gran número de funcionarios corruptos y prácticas bien significativas de “mordidas” y trafico de influencias. Es también evidente.
Que existe indolencia ciudadana, personalismos en exceso y una marcada indiferencia en algunos sectores de la dirigencia. Asi es. Que la justicia requiere con urgencia transformaciones de fondo y que las instituciones requieren cambios estructurales para su buen funcionamiento, con transparencia y control. Es indudable. Pero…
Pero, jamás amerita o justifica, esas fallas del sistema, la existencia de un conflicto armado generalizado. Desde luego es imperativo corregir y ajustar el sistema con pilares de sustento, que mejoren la transparencia y las desigualdades de entrega del sistema institucional, privado y político hacia toda la colectividad. En esos cambios está la formula que orientará una futura paz de tipo sustentable entre todos los colombianos.
Creo que todos, a estas alturas del partido tenemos bien aprendida la lección. Debemos pues de proceder de conformidad. Y sin embargo…
Y sin embargo, sí existen tres enemigos inmensos del proceso de paz; a saber: el primero son los opositores sistemáticos del proceso de paz. El segundo es la presencia del narcotráfico, que ha permeado el propio conflicto y aun casi todos los sectores y niveles del sistema institucional. Sin mayores comentarios, éste es un grave obstáculo de fondo.
Y un tercer obstáculo de forma, es el alto riesgo de que se presente durante el proceso de acuerdos de paz, la posible politización de los mismos. Cuando el proceso de paz, o mejor la disyuntiva entre guerra y paz, oriente los próximos procesos electorales, allí “colorìn colorado”. La paz puede marchar de la mano con la política, no es problema. Pero el proceso de paz no pude politizarse jamás. Si esto sucede se diluye.
Como el aterrado pajarito yo creo en la paz. Colombia, con certeza cree en la paz. Si creemos, que es posible lograr la paz por la via del dialogo concertado, siempre y cuando, se juegue limpio. Siempre y cuando, las partes generen sinergia de voluntades ciertas y se integren los esfuerzos bajo la premisa de “alma, vida y sombrero”. Es decir, sin guardar nada, sin reservas, con todas las cartas sobre la mesa.
La paz no es nada diferente al hábitat natural de los pueblos y de las democracias civilizadas. Y Colombia es sin duda una de las más sólidas democracias del planeta. Aquí no existe caldo de cultivo para las autocracias.
Que existen desigualdades sociales y desequilibrio en el ofrecimiento de oportunidades de mejorar la calidad de vida para los sectores mas vulnerables (se incluye la clase media). Es cierto. Claro que es cierto.
Que existe corrupción administrativa en el sistema. Cierto también. Que existen desafortunadamente un gran número de funcionarios corruptos y prácticas bien significativas de “mordidas” y trafico de influencias. Es también evidente.
Que existe indolencia ciudadana, personalismos en exceso y una marcada indiferencia en algunos sectores de la dirigencia. Asi es. Que la justicia requiere con urgencia transformaciones de fondo y que las instituciones requieren cambios estructurales para su buen funcionamiento, con transparencia y control. Es indudable. Pero…
Pero, jamás amerita o justifica, esas fallas del sistema, la existencia de un conflicto armado generalizado. Desde luego es imperativo corregir y ajustar el sistema con pilares de sustento, que mejoren la transparencia y las desigualdades de entrega del sistema institucional, privado y político hacia toda la colectividad. En esos cambios está la formula que orientará una futura paz de tipo sustentable entre todos los colombianos.
Creo que todos, a estas alturas del partido tenemos bien aprendida la lección. Debemos pues de proceder de conformidad. Y sin embargo…
Y sin embargo, sí existen tres enemigos inmensos del proceso de paz; a saber: el primero son los opositores sistemáticos del proceso de paz. El segundo es la presencia del narcotráfico, que ha permeado el propio conflicto y aun casi todos los sectores y niveles del sistema institucional. Sin mayores comentarios, éste es un grave obstáculo de fondo.
Y un tercer obstáculo de forma, es el alto riesgo de que se presente durante el proceso de acuerdos de paz, la posible politización de los mismos. Cuando el proceso de paz, o mejor la disyuntiva entre guerra y paz, oriente los próximos procesos electorales, allí “colorìn colorado”. La paz puede marchar de la mano con la política, no es problema. Pero el proceso de paz no pude politizarse jamás. Si esto sucede se diluye.