La ‘bahía’ más linda del Chocó no solo tiene el puerto de la Armada Colombiana, el de suministro de la gasolina y el comercial, sino que kilómetros más adentro permite avistar ballenas que vienen en tránsito desde la Antártida y la Patagonia, recorriendo más de 8.000 kilómetros pasando por Colombia, especialmente desde julio hasta octubre.
Es, quizá, uno de los potenciales turísticos más importantes de Bahía Solano, uno de los municipios más conocidos del departamento del Chocó y que hace parte del Pacífico colombiano.
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A las aguas de esta región del país, que combina las altas temperaturas de las costas con la humedad de la selva que kilómetros adentro se convierte en frontera con Panamá, llegan las conocidas ballenas jorobadas, que recorren largas distancias durante un año para tener sus ballenatos en el Pacífico.
“La llegada de las ballenas en julio nos permite vivir de la economía circular durante todo el año”, afirmó uno de los guías turísticos que acompañaron el recorrido por la zona junto a Kasa Agencia y Procolombia, la entidad del Gobierno Nacional que le apuesta a la promoción del turismo y la inversión en el extranjero, pero que ahora lo quiere hacer al interior del país.
La ballena jorobada tiene una extensión de 17 metros y puede llegar a pesar hasta 40 toneladas. Llega al Pacífico donde tiene sus ballenatos para seguir tránsito a otras regiones del mundo, donde pueden vivir hasta 80 años de edad si no se enfrentan a la caza, los golpes con barcos y las redadas de pescadores que las pueden lesionar.
Para verlas hay que transportarse en yate por más de 40 minutos aguas adentro donde se pueden apreciar sus salidas en superficie. Según los expertos, las ballenas salen con diferentes objetivos a la superficie: limpiarse de los parásitos que se les pegan en el agua y también para llamar la atención, en el caso de los machos, sobre las hembras; y estas, para llamar a otras más cuando están solas en medio del mar.
“Cada día es diferente. Las ballenas tienen comportamientos únicos, y es fascinante ver cómo interactúan entre ellas. Nuestro objetivo es ayudar a la gente a entender estos comportamientos y apreciar la complejidad de estas criaturas. Además, lidero un proyecto de investigación genética sobre el tiburón ballena, lo cual es único en Colombia”, afirmó Melany Villate Moreno, bióloga y microbióloga, quien trabaja en Bahía Solano y promueve el ecoturismo.
El ‘reloj’ del avistamiento
Los yates y lanchas en las cuales los turistas se transportan varios kilómetros mar adentro para ver ballenas tienen un ‘sistema’ que permite orientarse al momento del avistamiento. Cuando uno de estos mamíferos saltan o ‘soplan’, la instrucción es sencilla: “A las 3:00;, grita cualquiera de las personas a bordo, señalando que en las manecillas del reloj a esa hora se puede apreciar una ballena.
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“Usamos el bote como un sistema de reloj: al frente están las 12, atrás las 6, a la derecha las 3, y a la izquierda las 9. Es crucial respetar su espacio para que puedan comportarse naturalmente”, afirma Juan Gómez, uno de los guías turísticos de esta región.
Si bien es cierto desde julio empezaron a llegar las ballenas jorobadas al Pacífico colombiano, donde tendrán sus ballenatos, será a finales de agosto cuando se podrán ver mejor debido a que ya estarán más ágiles para saltar y mostrarse ante los turistas en medio del imponente mar en el Chocó.
Los ‘tesoros’ de Bahía Solano
Este municipio del Chocó, que es uno de los más conocidos, combina perfectamente las temperaturas de 29° que se pueden sentir sobre la 1:00 de la tarde, con las fuertes lluvias que caen en cualquier momento.
“Acá aprendimos a hacer vida con los aguaceros. Hay que tenerlos en cuenta en el día a día porque son constantes”, afirma una profesora que tiene un local de artesanías en el Aeropuerto José Celestino Mutis, que sirve al municipio de Bahía Solano y que está en remodelación hace más de dos años y aún no termina.
Este ‘rincón’ del Pacífico, que vive de una economía circular que todo el año tiene turistas, también avanza entre sus proyectos con la conservación de las tortuga, especialmente en Playa Cuevita, donde ‘Mamá Orbe’, una mujer que supera los 50 años de edad, se dedica a recoger los huevos de las tortugas para luego hacer la liberación a orilla del mar, donde se supone, la mis tortuga deberá regresar después de 18 años a dejar sus crías. “Vuelven cuando tienen cédula, cuando son mayores de edad”, dice ‘Mama Orbe’ entre risas.
Llegar al Parque Nacional Utría es toda una travesía. Desde el muelle, donde está un buque de la Armada, uno más que recibe el combustible y uno comercial, hay que tomar una moto estilo tuk tuk, que son originarios en la India, y atravesar, literalmente, una playa con las inclemencias de los aguaceros que amenazan con desestabilizar los motores.
“Sin tortugas marinas, no podríamos disfrutar de los mares (...) La ley de la supervivencia dice que todos necesitamos de todos. Tenemos que cuidar nuestras fuentes hídricas y el medio ambiente para las generaciones venideras”, pide la mujer que se ha dedicado toda su vida a cuidar, criar y liberar tortugas en Bahía Solano, con la esperanza de conservar esta especie que dice, es esencial para el mar.
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Pescar es otra de las actividades viables en la ‘bahía’ más hermosa del Chocó. El atún es uno de los más apetecidos en estas aguas del pacífico. Es más, llegar a un hotel o en cualquier visita, puede ser recibido con una generosa porción de este ‘manjar’ de sal que sale de la pesca.
El atardecer, que no sale justamente para ocultarse detrás de El Darién, se impone sobre las 6:40 de la tarde en un espectáculo rojo que se aprecia perfectamente desde cualquier lugar, incluso cuando la lluvia arrecia.
El destino perfecto
Lejos de las playas de Cartagena y Santa Marta, que podrían ser las más reconocidas del territorio nacional, el departamento del Chocó también ofrece el calor de la costa, el agua salada del mar, pero con un ingrediente adicional: la humedad que le da un toque especial a esta región.
El turismo se puede hacer en cualquier época del año. Eso sí, solo desde julio se puede avistar las a ‘damas’ del Pacífico. Para llegar a Bahía Solano solo se puede hacer vía aérea. El vuelo sale desde Medellín, a unos 45 minutos en el aire. Al llegar al Aeropuerto José Celestino Mutis, que tiene una pequeña pista y vuelos establecidos, se siente el fuerte calor.
Las instalaciones de la terminal aérea están en remodelación desde hace varios años. Sin embargo, esto no impide que los turistas, durante los 12 meses del año, puedan llegar a Bahía Solano.
“Nos hace falta más atención del Gobierno”, afirma una de las trabajadoras del aeropuerto.
Acá en esta zona del país se respira agua. Las plantas, según expertos, tienen un gran tamaño debido a la humedad que hay que permite expandirse a diferencia de otras regiones.
Los cangrejos también son visibles. A pocos pasos de los hoteles que quedan en inmediaciones a la playa, estos abundan, se dejan ver con naturalidad mientras escarban en la arena para crear sus hoyos y refugiarse, claramente, de la inclemencia del humano.
“Somos quienes estamos acabando con el planeta”, afirma ‘Mama Orbe’. “Nos hemos convertido en depredadores”, remata.
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