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385 Mocoas más
Necesitamos ciudades sostenibles, con entidades que garanticen que las variables ambientales en realidad sean consideradas.
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Jueves, 20 de Abril de 2017

Que no se vuelva a repetir, está en nuestras manos. El sentimiento de dolor frente a los habitantes de Putumayo, de Mocoa, que sufrieron la avalancha, sigue presente en el corazón. Mucho se ha dicho sobre esta tragedia, pero a mí me parece que hay que enfatizar el papel que puede jugar el Congreso de la República, para que esto no pase de nuevo. 

Uno de los padres fundadores de la Unión Europea, Jean Monnet, decía que los seres humanos sólo reaccionamos cuando somos confrontados ante la realidad. Hoy vivimos la realidad de una ciudad que el Gobierno Nacional tuvo que declarar en estado de emergencia y calamidad pública por una avalancha que arrasó con 17 de sus barrios y que perdió a más de 300 habitantes, con más de 400 heridos, cientos de desaparecidos, además de los daños materiales. 

Lo peor de esta tragedia, es que puede repetirse en municipios situados sobre afluentes hídricos, de acuerdo con estudios presentados por la Universidad Nacional. En concreto, la universidad ha dicho que de 2.440 cabeceras urbanas en Colombia, 385 de ellas están ubicadas en las riberas de los ríos o cauces menores, y por lo tanto están expuestas a frecuentes avenidas torrenciales en las zonas de montaña que pueden causar deslizamientos de tierra y obstrucciones o represamientos. 

Ante esta alerta, necesitamos tomarnos en serio que el medio ambiente debe ser criterio rector fundamental del ordenamiento territorial en Colombia. El medio ambiente ya no es un lujo, ni una teoría atractiva. Es una realidad que nos enfrenta a la urgencia del cambio climático, a los peligros del descuido de las cuencas de los ríos y a las consecuencias de la deforestación. Necesitamos ciudades sostenibles, con entidades que garanticen que las variables ambientales en realidad sean consideradas. 

Es urgente reformar las Corporaciones Autónomas Regionales Medioambientales. No podemos mantener los excesivos gastos en su funcionamiento y seguir tolerando la poca inversión en programas ambientales en todo el país. Después de la ola invernal de hace algunos años, se dijo por todos los medios, que iba a ver una intervención decidida y definitiva a la gobernanza a las CAR, esa reforma nunca se dio. Por eso, muchas son hoy fortines de politiquería y corrupción, no instituciones autónomas, técnicas, con capacidad de intervención y prevención. Aún estamos a tiempo de proponer cambios. Si no actuamos con prontitud, la tragedia se va a repetir.

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