En 1833 Francisco de Paula Santander creó la Comisión Científica Permanente para la que convocó a las mejores mentes de su época y les dijo: “Vuestra comisión se contrae a establecer el imperio de la verdad en esta naciente República, afianzarlo y conservarlo perpetuamente”.
Pasaron 103 años antes de que esa iniciativa que, a pesar de los esfuerzos de Santander, no se concretó y que hubiera sido la plataforma para un crecimiento del país basado en hechos científicamente comprobados, es decir, la verdad, se concretase en 1936 en el Gobierno de Alfonso López Pumarejo. En ese año se creó por decreto 1218 de 1933, reglamentario de la Ley 34 de 1933, la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales cuyo 83 aniversario se celebró en Bogotá el pasado 28 de mayo.
En el “Pacto por Colombia, Pacto por Equidad” que presentó Duque como un consenso de voluntades que debe superar los límites de un gobierno y ser una hoja de ruta hacia el futuro, la ciencia y la tecnología es una de las once bases transversales que deben asegurar el crecimiento del país.
Pero es triste señalar la incoherencia entre los propósitos del Gobierno que presentaba la vicepresidenta de la República, Marta Lucía Ramírez, en la celebración del onomástico de la Academia y el proyecto de Ley de reforma de las regalías que se está debatiendo en el Congreso y que suprime la destinación del 10% de las regalías para actividades de ciencia y tecnología consagrado en la Ley que se quiere reformar.
De la misma manera, nos preguntamos, ¿en dónde están los recursos para hacer realidad este Pacto por Colombia en la Ley del Plan de Desarrollo que presentó el ministro Carrasquilla al Congreso y que ya cuenta con la aprobación parlamentaria? Es como si por un lado nuestros gobernantes anunciaran en palabras grandilocuentes lo que obviamente debe ser y por el otro, el ministro de hacienda de turno ignorara lo que promete el presidente.
En el Gobierno anterior, le oímos al presidente Santos afirmar en una alocución con motivo de la inauguración de la Facultad de Ciencias de la Universidad Militar Nueva Granada que la ciencia era la carrilera por la que correría el tren del desarrollo del país. Pero al quitarle financiamiento a Colciencias, así como a los otros entes del Estado que deberían financiar la investigación, desapareció la carrilera y lógicamente ¡se descarriló el tren!
En la reunión de celebración de los 83 años de la Academia alguien del Gobierno, ignorando la realidad, anunció que estamos gastando 0,6% del PIB en ciencia y tecnología y estaremos invirtiendo el 1% en menos de 3 años. Estas mismas palabras, con prácticamente las mismas cifras, las hemos oído de varios Gobiernos anteriores.
La celebración de la Academia contó con la presencia de los presidentes de las Academias de Ciencias de todo el continente, desde Canadá y Estados Unidos hasta los países del Cono Sur, así como de China y de Australia. Oyendo la presentación de Alex Held, director del Comonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO), se siente un poco de nostalgia cuando se evidencia que 1910, ya el Gobierno australiano estaba dedicando varios miles de millones de dólares australianos para asegurar que este subcontinente tuviera la base científica que le permitiera llegar al lugar que hoy ocupa en el mundo desde el punto de vista económico y como potencia científica y tecnológica.
Y no se puede sino estar de acuerdo con la forma como en China en este momento hay proyectos importantísimos basados en la nanotecnología que hacen pensar que el gigante asiático podrá sobrevivir a la guerra comercial que le ha declarado Trump, como lo señaló Zhixiang Wei, de la Academia China de Ciencia.
Los presidentes de las Academias se han comprometido con esfuerzos y ayuda mutua para cambiar las condiciones de la ciencia y la tecnología en las Américas.
Tenemos que aprender de las experiencias exitosas de países como Canadá, Estados Unidos, Méjico y Chile y evitar los problemas que han dado al traste con sistemas de ciencia y tecnología que un día fueron avanzados como los de Argentina y Brasil. ¿Será que ahora, movidos por el Pacto por Colombia y las recomendaciones de la actual Comisión de Sabios, lograremos lo que las comisiones anteriores han planteado sin resultados durante las últimas tres décadas? Tengamos confianza de que así será.