Hay muchas definiciones de cultura. A mí la que más me gusta es la de Marcel Roche, quién fue director del otrora bastión científico de las Américas, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), hoy reducido a un simple recuerdo: “Cultura es el conjunto de las expresiones de un pueblo”.
Dentro de las expresiones del pueblo latinoamericano y, más específicamente del colombiano, no se encuentran la ciencia, la tecnología y la innovación.
Me hacía esta reflexión al contemplar el hecho de que hay universidades que producen grandes cantidades de artículos científicos que las colocan en los primeros puestos de instituciones latinoamericanas que, juntas, contribuyen apenas con un 4,8% de la producción científica mundial.
Algunas universidades han obtenido patentes por desarrollos que tienen utilidad económica. Pero siguen siendo muy pocas en relación con las que obtienen universidades de países avanzados. Y esto nos lleva a considerar la coyuntura actual de los paperos que es cíclica.
Para los productores de papa, es claro que sembrarla es ´jugar a la ruleta´, ya que las condiciones climáticas y económicas pueden ser muy buenas en una temporada y producir grandes ganancias, mientras que en otros años estas mismas condiciones cambian y los productores pierden toda su inversión.
El problema de la postcosecha es un espectro que amenaza a nuestros agricultores. ¿Qué hacer cuando hay exceso? La solución no es vender directamente en los peajes. Da verdadero dolor de patria cuando esto ocurre. Pero a pesar de esta experiencia, paperos, universidades y Gobierno no se han puesto de acuerdo en crear una instancia para hacer investigación genética, social, económica y de mercado que asegure la tranquilidad económica para los productores.
Existe desde 1972 el Instituto Internacional de la Papa, con sede en Perú, que ofrece servicios a toda el área andina. La Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia) tiene un programa de raíces y tubérculos que hace investigación básica y aplicada. Los dos cumplen con su papel, principalmente en el mejoramiento genético. Pero creo que la solución real es un Centro de Investigación, Cenipapa, a la manera de Cenicafé, Cenipalma y Cenicaña. Colombia lo necesita urgentemente.
Ojalá las universidades tomaran esta bandera para darle verdadero valor agregado a la producción agrícola de los pequeños productores. El Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) llevó a cabo investigación de largo aliento en el caso de la yuca, y sus resultados han cambiado exitosamente su cultivo a nivel global.
Un ejemplo de lo que puede hacer la universidad para trabajar con los empresarios es la creación del Premio al Mérito Empresarial de la Universidad Simón Bolívar, que desde hace diez años reconoce a las mejores industrias del país y cuya versión 2020 nos ha dejado enseñanzas y satisfacciones. René Puche, presidente del Puerto de Barranquilla, recibió el galardón como Empresario del Año y dijo en su intervención: “tenemos que dejar de sobrevivir para empezar a vivir” y el Empresario Benemérito, Mauricio Molano, añadió: “convirtamos las preocupaciones en ocupaciones” y “no todos pueden ser emprendedores, pero todos pueden ser innovadores”.
Dos empresas de nuestro departamento fueron reconocidas a nivel nacional, en la Categoría Mérito a la Solidaridad Empresarial en Tiempos de COVID-19: la Fundación Palmicultores del Catatumbo y en la Categoría Mérito a la Sostenibilidad Empresarial en Tiempos de COVID-19: Coguasimales Services. Y reconocimos a Bibiana Quintero como la egresada Unisimón de nuestra sede Cúcuta, por habernos representado con lujo de competencia en varios eventos internacionales. Hoy se desempeña en la Alcaldía de Cúcuta, donde lidera procesos sociales.
Estos premios nos muestran que en Colombia sí se puede hacer industria, si hay tesón y liderazgo, y que la Universidad puede y debe contribuir al desarrollo y éxito empresarial.