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Eficiencia en el gasto público
Desafortunadamente, todo gasto público no es prioritario. 
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Sábado, 12 de Agosto de 2017

Si se revisan las cifras de indicadores de gasto público en Colombia, notaremos que estamos en la media de la inversión comparados con países latinoamericanos y aunque esto suene bien, no es del todo bueno, pues al confrontar esta inversión frente a los objetivos del milenio, esto es, al adentrarse en la averiguación sectorial de cada inversión, nos daremos cuenta por ejemplo que en materia de educación existen países que con menos inversión logran mejores resultados.

Debemos mejorar el gasto público, no aumentándolo, sino en la calidad para avanzar en el desarrollo sostenible de nuestro país y por ende de las regiones. Los gobernantes y la ciudadanía en general deberían poder hacer un ejercicio de  validación de política pública con el objeto de calificar la efectividad del gasto público, sobre la base de un cuestionamiento sencillo como: ¿Es prioritaria la Inversión? o ¿cuál es el resultado esperado?

Desafortunadamente, todo gasto público no es prioritario. Lo cual en escenarios de escases de recursos como los que vivimos, hace mella en el avance certero de la transformación de las condiciones de vida de la comunidad.

La discusión no debe seguir girando en la falta de recursos, sino en la efectividad en el gasto público. Podemos asemejarlo al buen padre de familia que con un pequeño presupuesto logra cubrir las necesidades básicas de su familia. El Estado está en la obligación de maximizar el gasto imprimiendo eficiencia al mismo y no dedicarse a gastar como lo ha hecho en el último tiempo.

La gestión pública moderna, no debe perder tiempo buscando culpables en sus antecesores, debe hacer diagnósticos situacionales reales, no para enjuiciar, sino para definir la orientación de la política pública y priorizar la inversión. El presupuesto de la nación y las regiones no puede seguir orientándose de manera demagógica al asistencialismo, que empobrece y genera dependencia. La diferencia de los países desarrollados está en el aumento de la capacidad instalada de sus regiones, en inversiones que generan condiciones para el desarrollo de la vocación definida en los diferentes instrumentos de planificación existentes y no en la repartición de subsidios, mercados, alimentación y camisetas de futbol entre otros ejemplos, que son comida para hoy y hambre para mañana.

La verdad no necesitamos más recursos por ahora, sino invertir bien lo mucho o poco que tenemos, pues nunca alcanzará el presupuesto para atender el 100% de las necesidades de la comunidad. Lo que sí podemos hacer es cerrar el paso a la pobreza absoluta mediante inversiones de calidad. Cumplir los objetivos de desarrollo sostenible deben ser nuestra prioridad como región, por ello se requiere una indeclinable vocación de servicio y una decidida acción de nuestros gobernantes o de aquellos que aspiran serlo.  La eliminación de los indicadores de pobreza debe constituirse en un propósito colectivo y referente obligado en las propuestas programáticas de quienes sometan sus nombres al escrutinio popular a través de las urnas.

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