El fenómeno de El Niño está pasando una cuenta de cobro muy elevada al país. La ausencia generalizada de lluvias en un periodo que se prolonga todos los días, hace que la sequía agobie a miles de hogares, que mueran animales, que se pierdan los cultivos, que se racione la energía, que escaseen los alimentos, que el costo de vida se incremente como consecuencia de la disminución de las cosechas y que las altas temperaturas abrumen a todos los habitantes.
Pareciera que nunca vamos a aprender la tremenda lección y todas las predicciones y recomendaciones parecen escritas para piezas literarias, pero no para sacudir las conciencias de los ciudadanos, y desde luego, de las autoridades competentes encargadas de actuar.
Me parece oír la voz de un ministro de medio ambiente hace como una década cuando asumió el cargo, en donde afirmaba categóricamente que se reestructurarían las Corporaciones Autónomas Regionales y que se despojarían de la politiquería que las había invadido.
Pasó el tiempo, y continúa pasando, y las reformas no llegan, las acciones no se ven y las consecuencias se padecen cruelmente en todos los rincones del país.
Cuando las autoridades ambientales no se manejan con criterio esencialmente técnico, es imposible experimentar resultados.
Todo lo que se haga resulta ser una acción de fachada que no ataca el mal y si más bien propicia que los presupuestos se desangren lastimosamente y que la burocracia lo consuma todo en el festín de siempre.
Este tema tiene que asumirse con los que verdaderamente saben, con los que se han preparado de la mejor forma y con quienes poseen la conciencia y el carácter para acometer las acciones.
Colombia requiere de un mapa de actividad, que identifique claramente las cuencas, que sepa cuanta forestación deben tener, cuanta contaminación deben desechar y como se deben manejar esos recursos para un mejor aprovechamiento.
Pero para lograr ese anhelo, se requiere de reformas estructurales, de determinación para aplicarlas y de valor para exigir sus contenidos.
En esta etapa de padecimientos, queremos oír esa voz que nos señale el camino de la reestructuración, de la purga a los vicios atávicos y nos indique el futuro cierto para transitar en los días por venir.