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Columnistas
El vacío de Collazos
La muerte de Óscar Collazos nos sorprendió a todos Se nos fue definitivamente; de un plumazo, un columnista de prensa que todas las semanas buscábamos afanosamente.
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Viernes, 26 de Junio de 2015

La muerte de Óscar Collazos nos sorprendió a todos. Apenas había acabado de desmentir la noticia de su propia muerte, llenándonos de aliento a sus admiradores, cuando ésta le sobrevino certera e implacablemente como una respuesta a un hecho inexorable.

No alcanzó a disfrutar suficientemente de lo que fue ese curioso episodio de su muerte en vida, que tuvo el significado como de un engendro de sus propias novelas.

Se nos fue definitivamente; de un plumazo, un columnista de prensa que todas las semanas buscábamos afanosamente en las páginas de El Universal de Cartagena y en las de El Tiempo.

Allí podíamos encontrar estupendas narraciones críticas sobre los más diversos e insospechados temas, bien fuera de la actualidad nacional o de simples cosas que lograba describir con la belleza de un lenguaje impecable, certero y a la vez hermoso, en donde sabía cautivar desde la primera línea hasta la última.

Cuando uno terminaba de leer su contenido, anhelaba que todo el periódico fuera escrito por él, en la precisión de su lenguaje, en el uso de las formas gramaticales, en la riqueza del vocabulario empleado, en la forma de relacionar los hechos y en el buen juicio para calificar las situaciones.

Cuando se apreciaba el conjunto de su lectura, era como contemplar una flor en todo su esplendor: con el polvillo del polen, a veces con sutiles y punzantes espinas, en ocasiones con coloridos variables, pero todo enmarcado en una belleza indescriptible, en donde además de su habilidad como escritor, lograba plasmar la perfecciónn de los trazos de un artista.

Pocos columnistas saben hacer derroche de la plástica en sus narraciones: tal vez Eduardo Escobar en El Tiempo, Héctor Osuna en El Espectador y Sergio Rangel en Vanguardia Liberal también lo logran; pero parece una especie en vías de extinción, porque hoy en día el idioma no se cultiva y la mente no se nutre suficientemente para esos menesteres.

Por eso es que la partida temprana de Óscar Collazos, es también un golpe al idioma, a la escritura culta y al deleite grandioso de la lectura nutricia.

En una oportunidad lo conocí, en un restaurante cerca del Centro de Convenciones de Cartagena: de figura sencilla, mirada fija, sonrisa precavida y de pocas palabras. Deduje que ahorraba su vocabulario para emplearlo en sus escritos y que el deleite de su expresión era exclusivo para sus lectores, no para sus escuchas.

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