Han sido múltiples las enseñanzas que nos han dejado los eventos más importantes de los últimos meses a nivel local y global. Unas elecciones marcadas por el odio entre lo que parecerían enemigos irreconciliables, pero con la feliz elección de un presidente joven y conciliador, que se ha comprometido a gobernar para todos, independientemente de sus creencias y prejuicios.
Un equipo ministerial joven y conocedor profundo de las áreas que estarán bajo su dirección y mando, lo que asegura su gobernanza. Ministros que en gobiernos anteriores se llamaban “técnicos”, porque eran verdaderos expertos en sus campos, casi todos con maestrías y doctorados de las más prestigiosas universidades del mundo y de Colombia.
Y estos títulos están refrendados por la práctica como servidores a la sociedad por 20 y más años. No son simplemente políticos, nombrados para pagar deudas políticas. En esto, el presidente Duque tomó el ejemplo de otro joven que cambió la política norteamericana y dio esperanza al mundo, John F. Kennedy, quien buscó a los mejores ejecutivos y a las mejores mentes de la Academia estadounidense para conformar su gabinete, sin preguntarles su afiliación política y, en la mayoría de los casos, sin conocerlos previamente.
Y ¡qué diferencia con la forma como el actual ocupante de la Casa Blanca, quien perdió la elección popular en su país, pero resultó elegido presidente por el particular sistema electoral de los Estados Unidos, quien cambia casi mensualmente a los miembros de su gabinete para satisfacer su peculiar ansia de poder absoluto y de nunca tener contradictores!
Como educador, quiero concentrar mi atención en dos personas que se distinguen por sus altas ejecutorias: José Manuel Restrepo, rector por años de la Escuela Superior de Administración Pública - ESAP, miembro de la Sala de Instituciones de CONACES, comisión asesora del Ministerio de Educación Nacional en cuestiones de la calidad de la Educación Superior y luego, hasta su nombramiento como ministro, rector de la Universidad del Rosario; y María Victoria Angulo, la nueva Ministra de Educación, quien durante los últimos 19 años ha estado totalmente comprometida con la educación. Fue Directora de Fomento del Viceministerio de Educación Superior, directora de la Fundación Empresarios por la Educación y hasta su nombramiento como ministra, Secretaria de Educación de Bogotá.
Los educadores creemos que podremos encontrar en ella una válida interlocutora que conoce y entiende el sistema arcaico e inflexible de educación al que nos han condenado sus antecesores políticos, más interesados en su imagen pública que en dotar a Colombia de un verdadero sistema educativo que nos proyecte hacia el futuro.
En una extensa carta enviada por el reconocido educador Julián de Zubiría a la nueva ministra, publicada en Semana, le dice: “El presidente Duque ha delegado en ti la dirección de la educación del país. Es una de las tareas más importante en estos momentos, ya que tendrías que liderar el cambio cultural que con urgencia necesitamos para consolidar la paz, impulsar el desarrollo y reconstruir el tejido social. Si en realidad queremos que la educación nos ayude a disminuir las brechas sociales, tienes en tus manos una misión trascendental. Por el contario hasta ahora, dada la muy baja calidad de la educación pública, la educación ha ensanchado las brechas sociales. Así pues, ha cumplido un propósito contrario al que fue creada”.
Colombia requiere una educación que permita su independencia cultural, científica y económica de los países avanzados. Una educación que comience en la primera infancia y que, reconociendo las capacidades propias de cada individuo, lo proyecte hacia un futuro de utilidad para la sociedad, que pasa por una educación superior libre de la rigidez escolástica que nos abruma y que permita la creación científica y la innovación, cuyos productos sean promocionados a nivel global por un Ministerio de Comercio, en manos de otro gran educador.