El Fenómeno del Niño nos ha hecho ver que la oferta del preciado liquido no es suficiente para abastecer todas las actividades que lo necesitan, al menos no en la manera como las hemos venido desarrollando.
Para evaluar el hecho, se debe revisar tanto la capacidad de nuestras fuentes en producir el líquido vital o la oferta hídrica, como la cantidad que necesitamos o demanda hídrica.
En cuanto a la oferta, debemos examinar el tema en diferentes estadios a nivel mundial, nacional y local.
El primero tiene que ver con los factores que varían el mapa mundial de temperaturas y por ende la dirección e intensidad de los vientos, que transportan el agua evaporada para ser descargada en donde las condiciones sean las adecuadas.
Al variar las temperaturas cambia la distribución del agua en el mundo. Algunos de éstos factores no los podemos controlar y hacen parte del interactuar de nuestro planeta con el universo, como parte insignificante y sujeto a la mano de Dios.
De los que si son de nuestra responsabilidad están principalmente el control la emisión de gases de invernadero y el mantenimiento de la capa vegetal que permite digerir el gas carbónico y transformarlo en oxígeno.
Compromisos muy difíciles de concertar a nivel mundial, dado su contradicción con el modelo económico de consumo que se ha implementado y que tiende a reñir con la ecología.
Afortunadamente se han logrado algunos recientemente, que si bien quisiéramos de mayor acción y control, es un comienzo y da esperanzas hacia el futuro.
A nivel nacional, se deberá seguir insistiendo, con planes de desarrollo a corto y largo plazo, en la educación ambiental y en la adopción de medidas orientadas a la protección del ecosistema por encima de aquellas nocivas, por tentadoras que sean, como lo es la minería en los páramos.
En lo local, el camino correcto está en las acciones articuladas con los Planes regionales del Agua, buscando una mejor posibilidad para los recursos destinados para su conservación, como el establecimiento de áreas estratégicas para la conservación de páramos y cuencas.
Respecto a la demanda del recurso hídrico, también hay análisis de toda naturaleza. Se debe partir del hecho que toda actividad humana involucra al recurso hídrico.
Su necesidad crece proporcional al consumo de productos, el cual aumenta desafortunadamente de una manera desaforada.
Cada producto que consumimos lleva intrínseco una cantidad de agua necesaria para su producción, lo que se denomina su huella hídrica.
Una camiseta de algodón por ejemplo consume alrededor de 4100 litros de agua, una libra de carne 2800 litros. De aquí una conclusión importante: Debemos bajar el consumo de productos, con el doble propósito de disminuir nuestra demanda de agua y la emisión de gases de invernadero que resultan también de su fabricación. No servirá de mucho cerrar las llaves al afeitarnos, si movidos por la vanidad, la gula y el falso éxito que promueve el sistema consumista, consumimos productos no indispensables o desechamos productos que podríamos utilizar más eficientemente o por más tiempo.
El segundo análisis, trata justamente de la reducción de la cantidad del agua demandada para la producción de nuestros insumos. Necesariamente se debe hablar de la eficiencia de la producción agropecuaria que utiliza un 75% del total consumido, de la industrial que consume el 15% y del uso doméstico con un 10%. Se deberá establecer planes de uso eficiente del agua en la agricultura y ganadería, destinando recursos del estado importantes para la reconversión de cultivos y para la innovación tecnológica que permita acondicionarnos a la oferta hídrica de nuestras fuentes. Igualmente la industria deberá modernizar sus procesos buscando una menor demanda.
En cuanto al 10% del uso doméstico, se deberán fortalecer los programas disminución de pérdidas y uso racional del agua, incluyendo necesariamente medidas contra de los fraudulentos quienes son los que más malgastan y de las invasiones, en donde proliferan redes artesanales de grandes desperdicios. Acompañados por la comunidad, seguiremos invirtiendo en regulación de presiones, cambio de tuberías y agilización de reparaciones que permitan menos pérdidas, en un plan escalonado y costoso que viene rescatando al acueducto de la ciudad de la condición deplorable recibida en el 2006.