Si está leyendo estas letras, debe darle gracias a Dios por la vida, un bien sagrado y preciado del que desafortunadamente muchos no pudieron seguir disfrutando en el presente año, a causa de la trágica pandemia que azota la humanidad, pero usted es un privilegiado, sea porque superó con éxito el contagio o no lo contrajo.
Acaba de pasar la Nochebuena más atípica de la que tenga referencia en el más de medio siglo de vida de mi existencia, pero quienes sabemos hallar lo bueno en medio de las dificultades, deberíamos darnos cuenta que las medidas que los gobiernos departamental y municipal tomaron para prevenir la curva de contagio ya arrojaron sus primeras cifras positivas. Por ejemplo ni una sola persona fue reportada por ingresó a centro hospitalario alguno por quemaduras de pólvora, dado que su uso tuvo una reducción sustancial.
El indicador más contundente lo constituyen los titulares de prensa que dan cuenta de la tasa de homicidios mas baja de los últimos 17 años, lo que se constituye en el verdadero parte de victoria de esta Nochebuena. Muchas veces no lo percibimos pero el haber logrado que las personas permanecieran en sus casas, pese a que no falta el necio, conllevó a salvar la vida de muchos conciudadanos que no saben celebrar y en medio de la euforia colectiva terminan perdiendo la vida.
Esta semana fuimos sorprendidos por titulares como “lo apuñaleó por un sorbo de cerveza” o “le disparó dos veces por una deuda de 5.000 pesos”, lo cual sin mayor esfuerzo deja entrever la fragilidad del respeto al derecho a la vida en nuestro país. Precisamente por este tipo de razones, sumadas a las ya alarmantes cifras de contagio y muerte producto del coronavirus, es que uno entiende la preocupación de las autoridades por impedir que se aumente exponencialmente el número de fallecidos.
Algunos no están de acuerdo con estas restricciones, por considerar que se les coartan sus derechos individuales, pero debemos recordar que ante todo prima el derecho a la vida, incluso países más avanzados en materia legislativa no sólo lo consagran como un derecho, sino también como un deber, impidiendo con ello el auto sabotaje al que a diario se someten quienes no respetan, por ejemplo, las medidas de bioseguridad.
Creo que hoy más que nunca, después de un año tan atípico y en el que la incertidumbre propia de afrontar sin claridad absoluta la más aterradora pandemia de los últimos tiempos, poder levantarnos disfrutando del don de la vida es un privilegio que debemos apreciar. Hemos perdido familiares y amigos, pero debemos seguir adelante y apostarle juntos a que podremos salir de ésta.
Ya celebramos Navidad en el seno de nuestra familia nuclear, ni siquiera con la extendida, la cual saludamos de manera virtual, reconociendo que esto es transitorio y viene un nuevo año de Esperanza, porque como dice la palabra “mientras haya vida hay esperanza”. Usted ya lo logró hasta ahora, cuídese y cuide a los demás, disfrute de su familia responsablemente y encamínese a un nuevo año que espero sea de bendición. Por ello quiero decirle con fervor, felices Pascuas.