En medio de la turbulencia política y mediática de esta semana con las movilizaciones sociales, el debate al fiscal General, el video de Petro y las tribulaciones de la reforma tributaria, pasó casi que inadvertida la instalación formal de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, institución surgida de los acuerdos de paz del Teatro Colón y formalizada en el acto legislativo que creó el Sistema integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición. En un plazo de 3 años los integrantes de la Comisión, encabezada por el padre jesuita Francisco de Roux, deberán presentar un informe al país y a las víctimas de su trabajo.
Sin duda alguna la verdad histórica es uno de los mayores desafíos de cualquier sociedad, si realmente se quiere cerrar un conflicto y avanzar en la reconciliación. La verdad, por dolorosa que sea, es absolutamente indispensable para cicatrizar heridas. Sin verdad no hay posibilidad de perdón y sin perdón no habrá reconciliación, así firmemos todos los documentos y acuerdos de paz imaginables. Las víctimas necesitan conocer la verdad para preparar su corazón para el perdón. Los victimarios deben tener arrepentimiento sincero en ese mismo camino y el estado la obligación de garantizar el derecho a la memoria de todos.
Por eso los esfuerzos en este propósito deberían ser respaldados por las distintas fuerzas políticas, por encima de sus diferencias. En el país llevamos ya más de una década y se ha avanzado, a pesar que desde algunos sectores pareciera que se le tiene miedo a la verdad. Después del proceso de paz con los paramilitares y la ley de justicia y paz que lo sustentó legalmente, se creó la Comisión de Reparación liderada por el profesor Eduardo Pizarro y en su interior un grupo de Memoria Histórica que cumplió una tarea importante en la construcción de la verdad. Posteriormente en la Ley de Víctimas creamos el Centro de Memoria Histórica, liderado por el profesor Gonzalo Sanchez, que cumplió una extraordinaria labor. El trabajo del Centro de Memoria es realmente ejemplar y por ello resulta inconveniente que la designación de su nuevo director esté sometida a la controversia política conocida en los últimos días. Las investigaciones del Centro y sus publicaciones tienen la mayor credibilidad nacional e internacional y es necesario que esa respetabilidad intelectual se preserve. Además, quedaron sentadas las bases para la construcción de un Museo de la Memoria ordenado por la ley, que es un espacio indispensable en una nación con este largo y doloroso conflicto.
Ahora, como resultado del acuerdo surge la Comisión de la Verdad presidida por un colombiano que ha trabajado por la paz y las victimas como el padre de Roux. No arranca de cero. Hay un trabajo efectuado que les permitirá consolidar un camino recorrido. Los integrantes de la Comisión tienen el reto de demostrar con su compromiso la imparcialidad y objetividad requeridas para esta tarea.
La Comisión tiene facultades extrajudiciales, las versiones que allí se relaten no generan responsabilidad judicial y sus funcionarios por mandato constitucional no están obligados a declarar ante jueces sobre lo que conozcan en virtud de sus responsabilidades. Con estas decisiones se garantiza que la Comisión podrá avanzar al fondo de esta guerra que nos azotó durante 53 años. La violencia sexual contra las mujeres, la desaparición forzada, los secuestros, los asesinatos, masacres como las del Urabá Antioqueño, El Salado, el Tigre o Bojayá, el salvaje atentado al Nogal o el asesinato de los diputados del Valle, entre otros, serán hechos sobre los cuales los actores del conflicto deberán contribuir eficazmente con la verdad, si pretenden obtener los beneficios de la Justicia Especial de Paz.
En fin, avanza la implementación de los acuerdos de paz. El derecho a la memoria de las víctimas es sagrado y de su satisfacción depende la reconciliación. Por dolorosa que sea, la verdad debe salir a flote. Millones de víctimas esperan un verdadero compromiso de las Farc, militares y terceros que se han sometido a la JEP con la verdad y la aceptación de sus responsabilidades individuales en una guerra que luchamos por superar. Pero el alma de esas víctimas aún tiene heridas abiertas que sólo comenzarán a cicatrizar cuando conozcan la verdad. La responsabilidad de esta Comisión es enorme con el país y sus víctimas y estamos seguros que la cumplirán con seriedad y transparencia. Buen viento y buena mar.
PD. Por la misma importancia de la Comisión de la Verdad es increíble que el presidente Duque no haya asistido a su instalación y tampoco ninguno de los altos funcionarios de su gobierno relacionados con el tema. Muy mala señal de su compromiso con la paz y la verdad.