Están encendidas todas las alarmas por la agudización de la violencia en el Catatumbo, con paro armado, desplazados, comercio cerrado, bloqueo de las otras actividades que son sustento de la población y, en general, desquiciamiento de la vida cotidiana de la comunidad regional. Pero esa situación no es nueva. Es la acumulación de problemas crónicos reconocidos pero sin tratamiento de solución.
Territorio de una naturaleza exuberante, de suelo fértil, rico en recursos, el Catatumbo puede ser un emporio de Norte Santander generador de riqueza y de prosperidad. Todo ese potencial debe articularse a un desarrollo productivo. Si bien es cierto que en eso se ha pensado, la intención se ha quedado rezagada en la falta de acierto en cuanto a la ejecución de los proyectos propuestos.
Los desatinos en el manejo del Catatumbo, le ha dejado libre el paso a los actos de perturbación. Aprovechando los vacíos de gobierno, llegaron los grupos armados a copar el territorio y a imponerse a sangre y fuego. Las Farc, el Eln y el Epl tomaron la delantera. Después entraron los paramilitares, con sus bandas criminales para imponer su guerra extrema. Esos grupos impulsaron los cultivos de coca, financiados por el narcotráfico y esta empresa creció de una manera desbordada y sostenida, adicionada de otras actividades ilícitas, como el contrabando, el despojo de tierras, el secuestro, la desaparición forzada, la extorsión.
Las recurrentes escaladas de los grupos armados parecen haber anulado la acción del Estado en el Catatumbo. Porque no obstante la presencia de la Fuerza Pública, la autoridad oficial está anulada. No se siente, pues no hay avances en las soluciones. Son precarias las vías, hay déficit en servicios públicos, los campesinos están arrinconados, empobrecidos, estigmatizados por el auge de la coca. Los planes de sustitución de esos cultivos se enredan y proyectos como la Universidad del Catatumbo no despegan con la fuerza suficiente, que permita sentir una opción de cambio.
La emergencia actual no solamente requiere de la visibilidad de los servidores públicos sino también de ejecutorias que hagan sentir el advenimiento de condiciones que representen la puesta en marcha de una etapa renovadora.
El acuerdo de paz con las Farc tiene que representar para el Catatumbo una oxigenación de la vida colectiva. Los espacios dejados por esa guerrilla no pueden convertirse en refugio de otro grupo armado. Debe ser escenario para el trabajo productivo, donde la población se sienta libre de presiones perturbadoras.
El Gobierno tiene que entender que el Catatumbo necesita acciones a fondo de recuperación. Allí tiene que hacerse efectivo el Estado social de derecho, con los beneficios de salud, educación, seguridad, trabajo, igualdad de oportunidades y en general, la satisfacción de todas las necesidades del ser humano. Los rendimientos de la paz tienen que ser esos, como fortalecimiento de la democracia en su versión más eficaz, para salir de la tormenta.
Puntada
El compromiso de los candidatos a la Presidencia de Colombia de adelantar sus campañas sin arrebatos de hostilidad tiene que extenderse a quienes les manejan las redes, que se han convertido en tribunas de agravios desmedidos.