Si algún mensaje enviaron los electores en Colombia, es que quieren votar libremente y buscan otra manera de hacer política. Los resultados del pasado ejercicio electoral dieron como ganador a Iván Duque y al mismo tiempo, las fuerzas progresistas, triplicaron la votación histórica que habían obtenido con Carlos Gaviria.
Sin embargo, más allá de los primeros resultados, lo más significativo de la pasada jornada, fue que transcurrió en completa paz. Según datos oficiales de la Registraduría Nacional del Estado Civil, más de 19 millones de colombianos pudieron trasladarse a sus mesas y puestos de votación, sin dificultades.
Todas las mesas de votación del territorio abrieron y funcionaron sin inconvenientes, y no hubo ningún traslado de mesas de votación por razones de orden público. De otro lado, además de votar en paz, la gente lo hizo de una manera libre.
El comportamiento electoral nos muestra, que estamos superando viejas estructuras de caciques electorales y feudos políticos.
Nos adentramos en nuevos orientadores de votantes, que buscan liberarse de yugos clientelistas y partidos “cascarón”, para encontrar causas que los seduzcan y movimientos de ciudadanos que los interpreten.
En Colombia, desde Rafael Uribe Uribe, se habla de lo disfuncional de nuestra democracia, caracterizada como una maquina fraudulenta, en donde se concentra y se hereda el poder político, para gobernar a través de pequeños grupos de élites locales, muchas veces en detrimento de los derechos y las libertades políticas de los colombianos.
Sin embargo, categorías como las de caciques, gamonales, manzanillos o barones electorales entran ahora en desuso, para darle paso a una posición que está yendo desde el escepticismo político, hacia una nueva anatomía del poder hastiada de las formas tradicionales, que rechaza la corrupción y el clientelismo.
Las ciudadanías libres fueron las grandes ganadoras de las elecciones. El mensaje que el nuevo presidente debe enviar con su gabinete, debe ser de independencia frente al expresidente Uribe y el ala más reaccionaria del centro democrático; y, a favor del respeto y el diálogo con las minorías que solo se vieron representadas en el voto en blanco, pero que probablemente, en las elecciones del 2019, impulsarán nuevos liderazgos que serán los encargados de mostrar dinámicas regionales que rediseñen las relaciones políticas y la gastada geografía del poder centralista.