A falta de paso fronterizo autorizado por la desafortunada decisión del presidente Maduro, se dispararon las franquicias para establecer trochas ilegales auspiciadas por las autoridades venezolanas, que se lucran de todo en un claro contubernio con los grupos al margen de la ley. No tiene sentido cerrar el puente a la legalidad, para abrir un boquete a la ilegalidad.
El megalómano presidente de Venezuela, que no pudo cambiar su discurso antiimperialista y mal llamado nacionalista, ha mantenido cerrada la frontera, para evitar que los Venezolanos salgan a sus anchas del país, olvidando que el hambre hace saltar muros y cruzar ríos sin problema, y eso es lo que vemos a diario. Se habla de más de 200 pasos ilegales, que se han convertido en el negocio de los grupos al margen de la ley que cobran en dinero o en especie el permitir pasar de un lugar a otro. Qué triste, denigrante y desgarrador escuchar cada historia detrás de lo que se vive en esta zona de frontera.
La dignidad humana degradada a su mínima expresión, es lo que a diario se respira en la zona de frontera, pues la necesidad obliga a hombres y mujeres a someterse a los vejámenes de los facinerosos de turno que hedonistamente sólo saben satisfacer su instinto con una gula pecaminosa y aberrante. Aprovecharse de la necesidad ajena es uno de los actos más ruines de la humanidad, pues quienes atraviesan la frontera lo hacen por necesidad.
Definitivamente vigilar el paso fronterizo nos quedó grande, pues hacer patrullajes selectivos y esporádicos lo único que está haciendo es que las franquicias ilegales de pasos fronterizos aumenten sus inescrupulosas ganancias, pues la zozobra es aprovechada por sus administradores para subir la cuota que deben pagar los clientes de ocasión para pasar. Si nuestras autoridades no pueden controlar el paso, no hagan un show mediático con unos cuantos hombres y muchas cámaras de televisión deteniendo 10 pimpinas de ACPM, como un gran hallazgo, cuando sabemos que a diario pasan miles de ellas de lado y lado.
No existe voluntad real del gobierno en frenar la diáspora venezolana, pues considera que no es su problema. Lo cierto es que para demostrar que se controla la frontera, se hacen unos patrullajes cargados de fantochería y se deja evidencia fotográfica, y registro noticioso para el informe de gestión. Queda claro que el gobierno no nos va a cuidar, ni de la Covid19 y menos de la inseguridad, lo único que nos queda es el autocuidado.
Ante la incapacidad de controlar los pasos fronterizos y la aterradora realidad que afronta Venezuela, deberíamos redoblar la ayuda internacional humanitaria y dejar que estos hombres y mujeres desesperados y dispuestos a lo que sea por no dejarse morir por falta de alimentos y medicinas, ingresen al país de la mejor forma posible. Seguir con la escaramuza de protección en la zona de frontera poco o nada soluciona el tema de seguridad. Por eso debemos hacerle entender a los mandatarios de ambos países que mantener el puente cerrado, es hacerle el negocio a los ilegales.