La universidad es un bien de interés público y por la alta función cultural que le corresponde en el desarrollo de la sociedad su manejo tiene que ser rigurosamente idóneo. Las instituciones de educación superior, por lo tanto, no pueden abandonarse al vaivén de la ciclotimia de ambiciosos insaciables, para quienes el conocimiento es una cosa superflua.
El proceso abierto en la Universidad Francisco de Paula Santander para la elección de rector ha puesto de presente una vez más el abuso de poder por parte de quienes tienen acceso a su manejo. Algunos utilizan sus recursos como si fueran de propiedad particular. No les importa la calidad académica del alma máter sino la apropiación de la misma con fines que no excluyen posibles ilícitos. Una reciente crónica de La Silla Vacía reseña la crucial situación a que está siendo llevada la institución educativa por las presiones politiqueras en esa luchar por hacerse al dominio de la misma.
En esta coyuntura se ha acudido hasta la violencia física, a los agravios verbales, a la propagación de mentiras, al reparto de dinero para ganar adeptos y a otras formas de mermelada clientelista.
Uno de los protagonistas en la actual coyuntura de la UFPS, en su afán de lograr su quinta reelección a la rectoría para completar 18 años en ese cargo, es el ingeniero Héctor Parra López. Es un político de carrera, pero se abrió espacio en el alma máter y aunque los resultados académicos de su gestión no ofrecen un saldo positivo, quiere seguir. Para conseguirlo hace lo que le garantiza el apoyo de los miembros del Consejo Superior. El vicio del clientelismo siempre encuentra obsecuentes agradecidos.
Cuando la escogencia de titular para la rectoría de la UFPS debiera promover un riguroso examen sobre su desarrollo, no faltan quienes hacen el trabajo sucio de revolver las aguas para la pesca de su interés. Prefieren el lodo a la transparencia, que es una forma de asegurar lo que se busca.
Es, desde luego, una torpeza ese manejo errático. ¿Cómo es que quienes quieren reinar en la universidad no buscan su excelencia académica sino su desgreño? ¿Cómo prefieren un Consejo Superior de bolsillo cuando ese organismo debiera contar con la lucidez, el buen conocimiento y la transparencia de quienes lo integran?
En el caso de la UFPS se impone no solamente un pacto de no agresión entre los actores de las campañas, sino un compromiso de decencia en todos los órdenes y de promoción de la mayor calidad académica en sus programas.
Los dirigentes políticos, los empresarios, los docentes, los estudiantes y los gobernantes deben entender que la UPFS no es una hacienda particular de nadie sino un patrimonio cultural que merece la mayor estimación, el respeto y el reconocimiento como soporte integral de la región.
Si lo que se predica de cambio, de privilegiar la educación y erradicar la corrupción, es sincero, entonces hay que poner a la UFPS en ese rumbo.
Puntada
Las elecciones de hoy en Venezuela no tienen credibilidad y por consiguiente su legitimidad está descartada, aunque eso le importe un bledo al presidente Nicolás Maduro. La salida en ese país tiene que ser la democracia en toda su plenitud, sin la repetición de los vicios que se impusieron como rutina de la política, con la permisividad de las diferentes fuerzas que pasaron por el poder y lo explotaron con avaricia insaciable.