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¿Para dónde va el mundo en el siglo XXI?
 La pandemia de la COVID-19 nos recordó que la Peste nos sigue acompañando.
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Sábado, 19 de Febrero de 2022

La urbanización de la guerra por el Eln que denunciaba este periódico en su editorial del pasado jueves, las múltiples masacres que se vienen presentando en el Catatumbo, en el Cauca y Nariño, en las goteras de Cali, Cúcuta y otras ciudades capitales, los desplazamientos forzados en el Chocó y los asesinatos de líderes sociales, para señalar solo algunos de los hechos que han acabado con la seguridad ciudadana que debe garantizar el Estado, son un retrato de nuestro país de hoy.

En Europa, Rusia que teme por su seguridad si Ucrania se une a la OTAN, en Asia, China que reclama a Taiwán, Nicaragua, que pretende parte de nuestro mar… estas amenazas internas y externas nos llevan a preguntarnos, ¿para dónde va el mundo en este primer cuarto del siglo XXI?

Nos llegan a la mente las aterradoras profecías que escribió San Juan en la Isla de Patmos acerca del fin de los tiempos. Son cuatro los jinetes que desde que el hombre es consciente de ser un ser social, lo han acompañado y lo siguen acompañando y buscando su destrucción: la Guerra, la Peste, la Hambruna y la Muerte.

La guerra devastadora que mató a millones en los dos conflictos globales del siglo XX ya no es posible porque el dominio de la energía atómica para el mal está en las manos de prácticamente todos los archienemigos, que saben que un ataque al otro equivale al suicidio colectivo. Lo que nos deja en escaramuzas y conflictos internos y amenazas entre naciones que como dijimos más arriba, se mantienen localizadas y controladas. 

 La pandemia de la COVID-19 nos recordó que la Peste nos sigue acompañando. Son 480 millones de infectados con 5 millones 850 mil fallecidos hasta hoy, número de muertos relativamente pequeño comparado con los de la gripe española que dejó 50 millones de muertos. La diferencia es que ahora estamos tecnológicamente preparados y pudimos cambiar rápidamente de producción de vacunas contra VIH y Ébola a fabricarlas contra un SARS-CoV-2 cuya estructura proteica en 3D se logró en menos de un año y guió el diseño de vacunas efectivas, que en Colombia ya cubren casi el 80% de la población. 

 Y, a pesar de que todavía se dan casos de hambruna en algunos países de África, en Colombia no se da por falta de alimento, sino porque un 20% de la población no tiene los medios para comprar sino dos comidas diarias y un 40% solo gana lo suficiente para asegurar un mínimo de aporte proteico a su dieta. Padecemos de inseguridad alimentaria, que no es lo mismo que hambruna. Pero aún tenemos que continuar la investigación en temas agropecuarios, incentivar la bioeconomía y crear más empleos para que aumenten los ingresos de nuestros conciudadanos.  Es a esto a lo que debieran apuntar los programas de los candidatos al solio presidencial.

Pero creo que a San Juan le faltó un quinto jinete, tan aterrador o más que los otros: el incontrolable deseo de algunos líderes nacionales, locales y trasnacionales de hacerse inmensamente ricos y poderosos sin reparar en los medios para lograrlo, apoyados por un grupo de áulicos que ven en ese líder el medio  para ser ellos mismos ricos y poderosos, así la riqueza y el poder sean producto del asesinato, la intimidación, el desplazamiento y el terror. 

Este nuevo jinete campea triunfante por Colombia y particularmente por nuestro Norte de Santander, en la misma periferia de Cúcuta. La población, con toda la razón, le pide a las autoridades nacionales y locales que adopten políticas para recuperar el territorio y asegurar la tranquilidad ciudadana.

Pero el problema no es político; es económico. Como decía el filósofo chino Lin Yutang, la guerra se da porque el que no tiene papas para comer en el invierno quiere arrebatárselas a la fuerza a quien las sembró.  Ninguna política podrá cambiar ese hecho.

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