La convocatoria del paro nacional el 21 de noviembre, se convirtió en el detonante de un malestar acumulado en el país desde hace varias décadas, originado en problemas endémicos sin respuesta en reformas estructurales que sucesivos gobiernos han pospuesto sistemáticamente.
Una y otra orilla política ha intentado descalificar o capitalizar la protesta.
Para el partido de gobierno, las jornadas diarias de protestas, marchas y “cacerolazos” no son más que un grupo de “vagos” perdiendo el tiempo y de vándalos destruyendo todo a su paso.
Para la oposición, la tormenta perfecta para “combinar las formas de lucha”.
El populismo no se quedó atrás y temerariamente se lanzó a proponer una constituyente, como si la solución estuviera en reformar una constitución que no se cumple.
El centro del espectro político con el que me identifico, en lugar de “pescar en río revuelto” y “decirle a la gente lo que quiere oír”, debe “decirle a la gente lo que necesita saber”.
La propuesta de centro que reclama el país debe concentrarse en la agenda de reformas y sobre todo en el “como” o el proceso para hacerlas realidad.
El Gobierno Nacional adoptó medidas que no conectan con la gente. El toque de queda; la reunión fallida con los sindicatos; la trágica muerte del joven Dilan Cruz; y la impertinente declaración de la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez, quien dijo que el paro era innecesario porque muchos de los argumentos que convocan las movilizaciones están basados en falta de información.
Todas éstas son medidas que agravaron la situación y que en todo caso no reflejan la interpretación política que la ciudadanía espera de su gobierno.
Los constantes ataques de miembros del propio partido de gobierno, que le solicitan al primer mandatario su renuncia, evidencian un juego político perverso que solo persigue beneficios personales con desprecio al país que dicen defender.
¿Qué proponemos como camino para la solución de esta crisis? Lo primero es definir una metodología para este proceso de paz con la ciudadanía, que responda a estas preguntas: ¿Cuál es la agenda? ¿Quiénes son los negociadores y a quién representan? ¿Quiénes serán los garantes de las conversaciones y los acuerdos? ¿Quiénes los responsables de su cumplimiento? Cuánto costarán los acuerdos y de donde saldrá la financiación? Cuál es el cronograma de cada etapa para que cualquier nuevo pacto social no corra la misma suerte de tantos incumplimientos y frustraciones como la del proceso de paz en La Habana.
Presidente Duque, para responder a la primera pregunta le propongo comenzar por el acuerdo agrario, la reforma para la participación política y la reforma fiscal estructural. Como cuota inicial de su parte, una reforma al ESMAD que castigue los abusos de fuerza, es necesaria y justa en este momento.