Gracias a RCN hemos podido ver y repasar las horrendas imágenes de lo que dejó el más reciente atentado del Eln contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas en El Carmen, Norte de Santander.
Esa masa de crudo que se apodera de la quebrada que lleva sus aguas al acueducto del poblado, no la imaginó Dante en los últimos círculos de su infierno. El agua envenenada, las tierras arruinadas por los próximos cincuenta años, componen un panorama devastador, una imagen de la peor película de terror que produjera Hollywood.
Y eso ha pasado centenares de veces, con mayor frecuencia en estas vísperas de la Paz de Santos. Ese crimen de lesa humanidad o de guerra si en guerra estuviésemos con esa canalla, no tiene perdón según los parámetros del Derecho Internacional Humanitario.
Pues con esos malditos se apresta a negociar Santos el futuro de Colombia, con la mediación de Juan Camilo Restrepo y Frank Pearl, los nuevos próceres de esa rendición insufrible.
El Eln ha cometido todos los crímenes que condena el Estatuto de Roma, sin que le falte alguno. Y sus delegados gozan ya, cuando su gente comete estas atrocidades, de un fuero total de impunidad. Es para no creerlo. Es una pesadilla de la que quisiéramos despertar para nunca volver a padecerla.
Pero no se trata de una pesadilla, de una alucinación enfermiza, de un extravío mental. No. Es verdad. Es nuestra dolorosa y vergonzosa verdad.
Las Farc y el Eln salieron este sábado a la Plaza de Bolívar, porque en buena hora los presidentes del Senado y de la Cámara no les permitieron irrespetar el Salón Elíptico del Congreso. Márquez ya tenía preparada su foto al pie de la imagen sagrada del Libertador. De ese cuadro oprobioso nos salvamos. Así que salieron a la calle. Y reunieron cuatro gatos, no más de cuatro, que por simple curiosidad ocuparon las sillas que les ofrecían, tan escasas para la gente que deambula un día festivo por esos contornos. Y en ese paisaje desolador, en ese desierto, aparecieron Restrepo y Rafael Pardo, para coronar la escena. Y con micrófono que nadie sabe para qué servía, refrendaron la rendición ignominiosa de la sociedad colombiana ante esos salvajes. Márquez, Alape, el negociador del Eln, allá estaban comprobando en medio de ese atronador silencio que los circundaba, el infinito desprecio que el país siente por ellos.
Pero nada les importa. Ni a los cínicos delegados del Gobierno ni a los criminales que son capaces de hacer lo que acababan de hacer en El Carmen, les da un bledo el ridículo que exponen ante el mundo.
Juan Camilo Restrepo ya olvidó, con el correr de unas horas, las palabras que tuvo contra el Eln cuando el país presenciaba por televisión el crimen atroz que cometió contra la naturaleza y contra Dios. Y allá estaba, con tan poca convicción como se le veía, impartiendo absoluciones para esos enemigos del género humano.
En eso andamos. Ya viene la Reforma Agraria por Fast-Track, como a los dictadores les gusta, para inaugurar la nueva guerra. La que está a las puertas, cuando empiecen a quitarle tres millones de hectáreas a sus dueños legítimos. No sería la primera guerra de fuente agraria que conociera el mundo. Pero es la que quiere Santos y es la que buscan estos bandidos en cuyas manos se puso nuestro destino, sin que intentaran siquiera una palabra de arrepentimiento y sin que tuvieran un gesto de vergüenza.
Al que quiera medir la dimensión trágica de nuestra suerte, le basta repasar las imágenes de El Carmen. Es con los autores de ese crimen que se negocia la Nación.