Se le cayó el primer diente a la sobrina de una amiga y hubo conmoción en aquella casa. Algunos, con mentalidad romántica, como la tía, decían que había que guardarlo para el recuerdo, casi como una joya. Otros, más prácticos como la mamá, decían que eso eran carajadas. ¡Qué cuento de guardar dientes! Lo que se necesitaba era plata y no dientes de leche. El papá alzó los hombros, no dijo nada y se fue como si sentara su posición: “Hagan los que les venga en gana. A mí ni me va ni me viene”.
-¿Sí ve cómo son los hombres? –dijo la mamá-. Con arrancar e irse, arreglan todo.
La nona en cambio, sabia como todos los nonos, dio la solución: Dénselo a Ratoncito Pérez. Coloquen el diente debajo de la almohada de la niña, que ella se duerma invocando a Ratoncito Pérez, y él viene esa noche, se lleva el diente y algo deja en cambio: dinero o un regalito de valor.
-¿Ratoncito Pérez? Y quién es ese personaje, si se puede saber?-dijo la mamá con un gesto desdeñoso.
La anciana esculcó en su memoria y encontró alguna historia que, a su vez, ella había escuchado de su nona:
“Cuentan que hubo una vez un ratoncito que vivía escondido en un agujero de una tienda de comestibles. El ratoncito era huérfano, porque don Ratón Pérez, su padre, los había abandonado, y su madre, doña Ratona de Pérez, había sido víctima de un gato feroz que la agarró y se la llevó una noche. A Ratoncito le tocó defenderse solo para sobreviviry encontró la tienda que le proporcionaba la comida necesaria.
Cierta noche, Ratoncito se atrevió a salir a la calle y entonces vio unos niños hambrientos que pedían algo de comer. Ratoncito se conmovió, regresó a la tienda y les llevó algunos comestibles. Se hicieron amigos el pequeño ratón y los niños, y de cuando en cuando Ratoncito les llevaba chocolatinas, cortados de leche de cabra, chupetas y frunas. Cierta vez a uno de los niños se le cayó un diente por morder una chocolatina demasiado dura. Ratoncito se lo llevó para tenerlo como recuerdo, y cada vez que a uno de los niños se le caía un diente, se lo guardaban a Ratoncito, que los iba coleccionando. Así nació la historia de Ratoncito Pérez”.
La tía de la niña, una muchacha inquieta y amiga de los libros, quedó intrigada con la historia que había escuchado y se propuso investigar. Encontró en alguna enciclopedia que aquella leyenda era en realidad un cuento que había escrito el padre jesuita Luis Coloma, por petición de la reina María Cristina, de España, para su pequeño hijo, que acababa de mudar su primer diente. El niño se convirtió después en el rey Alfonso XIII.
Sin embargo, parece que la idea no es original del padre Coloma, pues existe una leyenda inglesa que habla del hada de los dientes, según la cual cuando un niño muda su primer diente, debe meterlo debajo de la almohada y esa noche vendrá el hada de los dientes y se lo llevará cambiándolo por algo de dinero o un regalito. El padre jesuita lo que hizo fue cambiar el hada por un ratoncito, un simple cambio de personajes.
Ahora yo meto la cucharada. Mi primer diente no se cayó solo. Se ablandó y un día mi mamá lo amarró con un hilo, lo tiró y el diente salió. Yo, sangrando, comencé a llorar, mientras ella lo botaba por encima del techo. Ratoncito Pérez no había llegado a Las Mercedes. No había carretera.