El mundo ha visto aterrorizado las consecuencias de lo que la Federación Rusa denomina eufemísticamente “operación militar especial para la defensa de Donetsk y Lugansk”, en la cuenca del Donbás, en Ucrania oriental, dirigida a evitar la extensión de la OTAN hacía el este hasta llegar, según el liderazgo ruso, a amenazar la seguridad de su país. A la anterior razón se le agregó aparejada una supuesta “desnazificación”, y luego, en su trascurso, la ambición era someter toda Ucrania hasta llegar a Transnistria, al este de Moldavia.
Después de la anexión ilegal de Crimea por parte de la Federación Rusa, y la existencia de conflicto bélico al este de Ucrania con su actual agresor, los mismos ucranianos manifiestan que esto se veía venir, sabían que el señor Putin en cualquier momento haría lo que el mundo ve con desconsuelo hoy. Da la impresión que estaban resignados ante la superioridad militar del vecino conflictivo y ambicioso de apoderarse de territorio ajeno.
También da la impresión que la presidencia de Volodimir Zelensky, abogado egresado de la Universidad Nacional de Kiev, provenga de ser la estrella de la serie de televisión Servidor del pueblo, en la que interpreta el papel de presidente de Ucrania. Suena jocoso, pero, como se sabía lo que venía lo prepararon para que su presidencia pasara de la ficción a la realidad, y desde la invasión del país por los rusos y su renuencia a abandonarlo luego de la irrupción rusa, el presidente Zelensky hoy es uno de los hombres más admirados en el orbe. No sólo admirado sino ovacionado sostenidamente en varios Parlamentos europeos y americanos.
Ya se sabe que Putin y sus asesores siguen al pie de la letra el libro “Fundamentos de Geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia”, publicado en 1997 por el filósofo y politólogo ruso Alexander Dugin, donde señala el camino para que Rusia vuelva a tener predominio a nivel mundial. Algunas de sus recomendaciones: invadir Georgia, ampliar su presencia en el Mar Negro, anexar Ucrania, sacar a Reino Unido de la UE, que Finlandia sea parte de Rusia, Lituania y Letonia con un estatus especial en la esfera rusa, desestabilizar Gran Bretaña promoviendo tendencias separatistas en Escocia, Irlanda y Gales y dividir a Estados Unidos. “Me suena”, dijo un político santandereano.
El problema de Rusia es que toda su dirigencia actual proviene de la extinta Unión Soviética. Su mentalidad proviene de algo que ya no es. Por eso la idea de reintegrar las fronteras del país que fundaron Lenin y compañía. Veamos: Dmitri Rogozin, director general de Roscosmos, algo así como la NASA rusa, es un auténtico ultra y un verdadero trol de las redes sociales maléficas; Sergei Shoigú, ministro de Defensa que añora la era soviética; Nikolai Patrushev, jefe del Consejo de Seguridad, auténtico ultranacionalista y de los más radicales; Serguéi Naryshkin, jefe de Inteligencia Extranjera; Igor Sechin, gerente de la petrolera estatal Rosfnet; Sergei Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores; Dmitri Medvédev, Vicepresidente Consejo de Seguridad. La mayoría de ellos vienen de la antigua KGB, junto con Vladimir Putin. Son ultranacionalistas, antioccidentalistas, anticapitalistas que añoran volver a la era soviética y no piensan en una nueva Rusia con un lugar en el mundo, un mundo que no para de cambiar.