Inicia el 2021, un año en el que no solo los colombianos, sino toda la humanidad, se fijan grandes expectativas, ilusiones y sueños que no se pudieron cumplir en el presente o que tristemente se desvanecieron. Ya son parte del pasado, como el dolor de haber perdido un familiar por COVID-19, de cualquier otra enfermedad o forma de violencia que sacude a nuestro país.
Mi mayor deseo para todos es principalmente buena salud, ya que aún la vacuna no llega a Colombia, por lo que debemos seguir cuidándonos más que nunca. Las cifras no bajan de las 11 mil personas contagiadas y en algunas zonas del país se ha decretado el ‘toque de queda’ para evitar la propagación en estas fechas tan especiales. No bajemos la guardia y tengamos conciencia de que la enfermedad continúa su avance inclemente.
Por otra parte, 2021 es un año donde se inicia el periodo pre-electoral en el país; en el 2022 elegiremos nuevo Congreso y presidente de la República. Confío en que el debate se dará con la grandeza que espera una nación atormentada por la crisis económica y de seguridad (urbana y rural) que vive el país. Hoy más que nunca Colombia merece que la clase política esté a la altura de la coyuntura y sea responsable con una ciudadanía que ha perdido la confianza y está muy cerca de perder la esperanza.
También será un año en que la Corte Constitucional puede tomar una decisión histórica, democrática, reparadora y justa para toda una generación huérfana de Luis Carlos Galán. Reabrir un espacio para la defensa de las banderas liberales, sin clientelismo ni populismo. Un camino de oportunidades para hacer política a quienes casi todos los actuales partidos se las han negado. Es así como el alto tribunal puede otorgar la personería jurídica del nuevo liberalismo a los colombianos que buscan una opción diferente, nueva, moderna, innovadora, esperanzadora, una que haga que la gente vuelva a creer en los partidos políticos como institución democrática, para que sea posible actuar en pro del bien común, público, general y no solo en el particular. Nadie pudo haber analizado la dimensión histórica para la política y la democracia colombiana del nuevo liberalismo y su resurgimiento como Alfonso Gómez Méndez en su columna del periódico el tiempo. El nuevo liberalismo no desapareció extinguiéndose lánguidamente por fal
ta de votos o abandono de sus dirigentes. ¡No! Al nuevo liberalismo lo exterminaron, lo asesinaron en una campaña sistemática por representar una amenaza contra un establecimiento de privilegios amparado por el proyecto político del narcotráfico.
Esta causa justa que ya lleva varios años intentando trascender, ha sido negada por el Consejo Nacional Electoral y por el Consejo de Estado, perpetuando una política donde las ideologías, la misión y la visión de los partidos se redujo dramáticamente a la dictadura del aval para las contiendas electorales. Prácticamente todos los partidos actuales son máquinas sin alma, inteligencia ética o corazón. El deseo de muchos es que reviva el nuevo liberalismo para una nueva sociedad colombiana que desarrolle la ética del cuidado. El cuidado de la dignidad humana y el cuidado del planeta.