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De la calle a la rehabilitación, una segunda oportunidad de vida
Fabián y Francy eran dos habitantes de calle que un día tomaron la decisión de salir de este mundo, esta es su historia.
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Camila Florez
Camila Flórez
Sábado, 31 de Julio de 2021

En febrero de este año se registraron 2.000 habitantes de calle en la capital de Norte de Santander, los que en su mayoría se han visto inmersos en drogadicción y otras situaciones riesgosas.

Históricamente, la percepción que se ha tenido sobre los habitantes de la calle ha sido negativa, pues las condiciones en las que habitan no encajan en la “normalidad” con la que vive el resto de la sociedad. 

Su apariencia física, falta de higiene, estados alterados de conciencia o actitudes amenazantes, tienden a ocasionar miedo o aprensión, y su interacción con el resto de las personas en el espacio público es principalmente de carácter funcional, mediada por actividades como pedir dinero de buena o mala manera, solicitar alimentos, o, en ocasiones, buscar materiales con fines de reciclaje. 

Sin embargo, poco se sabe del proceso y las dificultades que han acarreado para caer en dicho estado y tampoco del largo camino que tienen que emprender a la hora de rehabilitarse. 

Fabián y Francy, son dos personas que un día tomaron la decisión de salir de este mundo. Un Camino largo y lleno de obstáculos,  que ha necesitado de un acompañamiento constante por parte de la Secretaría de Bienestar Social,  estas son sus historias. 


Habitante de calle
 

El panadero de la calle

Fabián Rojas Lizarazo es un hombre de 51 años, cabeza rapada y uno que otro tatuaje en su piel,  nacido y criado en Cúcuta, específicamente en el barrio Alfonso López. 

En su adolescencia conoció las drogas, pero fue a los 19 años que las empezó a consumir y desde ese entonces, no hubo vuelta atrás.

Lo que se conoce como ‘malos pasos’ lo acompañaron por mucho tiempo, al punto de que se vio obligado a salir del país y radicarse en Venezuela por varios años. 

En el país vecino aprendió a ser panadero, según relató, alcanzó a trabajar en una panadería donde le enseñaron todo sobre este arte que al final le quedó gustando. 

Pero al volver a Colombia no pudo dejar las drogas a un lado, y llegó al punto en que como se dice coloquialmente ‘tocó fondo’.

“Llegue a vivir en la calle, específicamente afuera del estadio, todo lo que recibía era para drogas, ya ni comía, pesaba 40 kilos”, señaló Rojas.

El hombre contó entre lágrimas que fueron tiempos muy difíciles, en los que tenía que buscar cajas y trapos para ubicarlos a las afueras del estadio General Santander y poder dormir cómodo. 

En las calles lo apodaban ‘La Culebra’, pues según comentó, él no cargaba puñales, pero era muy ágil para esquivarlos durante las peleas que tenía que sortear en las noches cuando todos los demás ciudadanos dormían. 

Su madre es lo más sagrado para él, incluso tiene tatuado su nombre en el brazo derecho,  y fue uno de los impulsos que tuvo  para salir de dicho mundo.

Cansado de las constantes humillaciones y la inestabilidad al que estaba sometido, decidió ir al Centro Integral de Habitante de Calle, que queda justo al lado de La Terminal de transportes, lugar que le cambió la vida. 

“Al principio solo iba, me bañaba y comía. Pero llegó el momento en que decidí internarme y tomar un nuevo camino”, señaló. 

Hoy en día Fabián no tiene ropa sucia, pesa poco más de 60 kilos y es un maestro panadero en el Centro Integral, hace parte de lo que se conoce en el lugar como la ‘panadería de Dios’ y volvió a construir metas y sueños para su vida. 

“Le pude decir a mi mamá de 74 años que esté tranquila, que ya salí de esto, quiero en un futuro tener mi negocio y mi casa propia, no importa que tenga más de 50 años de vida, yo sé que puedo”, finalizó Rojas Lizarazo. 

Francy, una mujer con carácter

Francy

Francy López es una mujer que apenas roza los 30 años, su vida no ha sido de color de rosas y el sin número de problemas que ha tenido a lo largo de esta, la han hecho tomar decisiones de las que hoy se arrepiente. 

La mujer cuenta que sus años estudiantiles los pasó en el colegio Sagrado Corazón, pero cuando estaba en noveno grado decidió dejar la institución y empezar  a tomar las riendas de su vida. 

A menudo tenía conflictos con su mamá, no tenían una buena comunicación, y por si fuera poco a los 16 años quedó embarazada de su primer hijo. 

Decidió salir adelante a su corta edad, buscar como subsistir, hasta que la droga se cruzó en su  vida y se encargó de atormentarla por muchos años. 

“Mi hijo pasó por situaciones muy difíciles, al punto que el Bienestar Familiar me lo quitó, tuve una niña que perdí al poco tiempo de vida,  todo eso me llevó la droga”, comentó López. 

Las sustancias psicoactivas le dejaron grandes secuelas en su vida, sus dientes son la muestra más clara de un pasado que no quiere recordar, pero que la hizo ser la mujer fuerte y con carácter que es en la actualidad. 

Francy  no se cansa de agradecer a los que la acompañaron en este largo proceso, que ya cumple varios meses, pero que le ha traído una tranquilidad indescriptible. 

La mujer cierra los ojos y hace silencio cuando intenta recordar su pasado, porque es una etapa que poco a poco intenta borrar de su memoria. 

“Yo soy de temperamento muy fuerte y al principio me peleaba con todos, pero aún así me tuvieron paciencia y me ayudaron con mi rehabilitación”, dijo. 

Francy es la encargada de ayudar a cuidar a los abuelos del Centro de Integración, la custodia de su hijo la tiene su mamá y su relación con ellos mejoró notablemente. 

En los próximos días saldrá del centro y se encargará de rehacer su vida, tiene una pareja y quiere entablar una relación estrecha con su hijo, proceso en el que ha ido trabajando poco a poco y que espera que tenga un desenlace feliz. 

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