El proceso
Los tiempos cambian y los materiales empleados en muchos elementos también, por eso, cuenta Yudith Rueda, los ataúdes ya no se hacen solo en madera, como en antaño, sino en un material llamado MDF (o fibropanel de densidad media).
El MDF es madera reconstituida, resultado de la descomposición de residuos maderables duros o blandos, que, luego de un proceso en el que lo combinan con cera y aglutinante de resina, termina convertido en tablas.
Dos de los carpinteros que habían iniciado la fábrica junto con Gladys ya han fallecido. Ahora, el señor Miguel Ángel es quien se encarga de moldear los cofres. Era ebanista y carecía de trabajo, pero, luego de una capacitación, aprendió.
Entérese: Noemí García, única mujer lustradora en el parque Santander.
“El cajón y la tapa van en medidas diferentes. Eso se corta, se lijan los bordes donde van las uniones y se van armando. En los tiempos de antes lo hacíamos con puntillas, ahora es con pistola de aire, después lleva colbón”, explicó Yudith Rueda.
Después de salir de carpintería, el cajón pasa a pintura, un proceso en el que se le incluye un sellador. Ese sellador se lija, el cofre se pinta con diluyente o vinilo y se resanan los huecos dejados por las puntillas. Luego vuelve y se lija y se pinta, se decora, se lija otra vez y se le aplica la última laca.
“Por último, lleva un proceso de unos quince minutos de secado. En un mismo día se sacan ocho cajones, pero la pintura es incluso más rápida, en un día se pintan diez”, dijo Rueda.
Lo que más tiempo lleva es tapizar. Yudith aplica un plástico en la parte baja, hace una almohada y forra con tela alrededor. Fabrican desde ‘resteros’, hasta cajones normales, anchos, extralargos y de lujo.