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Cúcuta
El dilema de una cucuteña: ¿mi casa gratis o mi marido?
Mientras su esposo se aferra a vivir en un sector que se puede derrumbar, ella lucha por traerlo a su lado.
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Najivy Benitez Monsalve
Jueves, 22 de Octubre de 2015

Tener una vivienda digna fue siempre uno de los sueños de Guiomar Dorado, una mujer que dejó su ciudad natal,Cali, y terminó haciendo su vida en la 'Perla del Norte'.

Lo que Guiomar no se imaginó fue que al recibir la casa que el Gobierno le regalaba, por ser víctima de la ola invernal, su matrimonio poco a poco se iba a ir derrumbando.

Hace tres años llegó a vivir a San Fernando del Rodeo, en un lugar que "es súper bonito y acogedor, además, mis vecinos son muy colaboradores y comprensivos", dice la mujer.

Aunque extraña a su marido e hijo, decidió irse a vivir ahí con su hija menor antes de que le arrebataran la vivienda.

Alirio, su pareja, no acepta ese barrio, prefiere quedarse en Los Olivos viviendo en lo poco que la ola invernal dejó de su casa de tablas.

Por dilemas como este, varias familias beneficiadas con las casas gratis del Gobierno se han separado. Algunos de sus integrantes, sumidos en la terquedad, aún no se acostumbran a vivir en un lugar más pequeño, con nuevos vecinos de procedencia desconocida y es por eso que deciden quedarse viviendo al borde del peligro y la ilegalidad.

Eso le sucedió a Alirio, quien suguió en la invasión Los Olivos y se rehúsa a vivir en San Fernando del Rodeo, con su hija y esposa. La familia finalmente está dividida, el hijo mayor se quedó con su padre y la niña con su madre, pero pese a esta situación, Guiomar no da un paso atrás, pues para ella su vivienda es el regalo que esperó por casi toda su vida.

Cada día se levanta temprano a recorrer San Fernando del Rodeo para verder limones. (Foto Juan Pablo Bayona)

¿Mi casa o mi esposo?

Guiomar vivía con su marido y sus dos hijos, Milena (11 años) y Jesús Fernando (21 años), en el barrio Los Olivos, cuando la 'ola invernal 2010-2011' le destruyó la casa. 

Después de postularse, ser aceptada y recibir una de las viviendas gratis que estaba entregando el Gobierno, su esposo, Alirio Ascanio, dijo que no le gustaba ese lugar y que no se iba del barrio donde vivía.

Su jardín es lo más preciado, todos los días lo riega para evitar que sus "maticas" se sequen. (Foto Juan Pablo Bayona)

"A mí me gusta mi casa, es acogedora, humilde, y me llevo bien con mis vecinos, pero él (su marido) no se quiere venir para acá, dice que no le gusta este lugar, que es muy pequeño, que aquí él no puede trabajar" explica.

Alirio trabaja arreglando electrodomésticos, y aunque Guiomar y Milena le piden que viva con ellas él no quiere dejar su casa.

Día a día

Guiomar se levanta a las 5 de la mañana, se baña y recoge su abundante, pero corto cabello para partir hacía la Central de Abastos de Cúcuta (Cenabastos). Con los primeros rayos de luz de la mañana, sale al parque a coger un carro que la lleve.

"A veces me acompaña mi hija, nos vamos las dos a pedir mercado, porque necesitamos alimentarnos, también a buscar la mercancía para trabajar ", asegura.

Tal vez, salir a pedir que le regalen mercado es de las situaciones más complicadas por las que tiene que pasar, pero su anhelo porque no le falte nada a su pequeña hija, la hace perder cualquier pena que pueda sentir.

"Es difícil salir a pedir que me regalen comida, pero lo poco que hago no me alcanza para poder mantenerla, así que prefiero hacer eso y que a ella no le falte nada", dice mientras mira a Milena, su hija de 11 años.

Guiomar llega a Cenabastos y lo primero que hace es sacar el poco dinero que lleva en el bolsillo de su pantalón, compra un baldado de limones que venderá en el barrios y los sectores aledaños.

Bajo el extenuante sol cucuteño camina con su hija Milena de 11 años. (Foto Juan Pablo Bayona)

"Ya llevo lo de mi trabajo por lo menos de dos días, cuando los termine de vender vengo por más", afirma con una sonrisa en el rostro.

Después visita cuatro o cinco puestos más en los que le regalan algo de fruta y verdura. "Gracias a ellos en mi casa nos alimentamos sanamente", explica mientras suelta una carcajada.

Ya son las 10 de la mañana, y debe regresar a la casa para empezar a preparar el almuerzo, pues su hija tiene clase en la tarde. Cuando Milena tiene clase se marcha para el colegio, pero cuando está en vacaciones acompaña a su mamá a vender los limones.

Todos los días agradece a Dios la oportunidad de vivir en un techo propio, allí las preocupaciones de que por algún fenómeno de la naturaleza vuelva a perderlo todo se esfumaron.

"En mi casa pocas veces comemos carne o pollo, pero eso no nos afecta, mi marido me da plata, pero tampoco es que alcance para mucho", dice con esa sonrisa que siempre tiene como si en su vida nunca pasara por situaciones difíciles.

'Limones, limones, a la orden los limones' son las palabras que grita Guiomar, después de las 2 de la tarde, mientras recorre el barrio, la misma frase que su hija aprendió y con entusiasmo le ayuda a gritar.

No tiene reparo en decir que prefirió dejar a su marido para irse a vivir a la casa que le dio el Gobierno. (Foto Juan Pablo Bayona)

No importa si hace calor, frío, si llueve o si no, todos los días esta mujer se recorre las calles de San Fernando del Rodeo, Ciudad Rodeo y Los Estoraques, para vender su mercancía y llevar el sustento para la casa.

"La ventaja de vender este fruto es que en Cúcuta hace mucho calor, y las familias toman mucha limonada", dice mientras gotas de sudor resbalan por su piel. "Uno se acostumbra a esta vida, a lucharla día a día, no importa el camino que tenga que recorrer, la idea es vender los limones en dos días, para ir a comprar más. Uno como mamá lo que quiere es que a los hijos no les falte nada", agrega.

Al final de la tarde se despide con una sonrisa y vuelve a su hogar, ese que le ha devuelto el valor y le ha dado fuerzas para salir adelante junto a su familia.

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