Harry Kane se quedó solo ante Iñaki Peña, que decidió salir a por todas a tapar huecos y pudo desviar el balón. Poco más de un minuto después, una nueva jugada colectiva del Bayern terminó en gol del delantero centro inglés, rematando de cabeza, picado, un preciso centro. ¿Lo bueno para el Barça? Que podría ser un serio aviso, el mejor aviso, y quedó en susto porque fue bien anulado desde el VAR por un claro fuera de juego de Kane.
Pero de nada sirvió. De nada. Porque el Bayern seguía tocando, moviendo el balón y mostrándose superior. El Barça tan solo intentaba buscar a Lewandowski desde la portería, con el resto de jugadores estáticos.
Pese a tener a Pedri, Fermín, Lamine Yamal o Raphinha en el césped, no existían a ojos de crear jugadas. Bien tapados en una presión individual del Bayern, eran incapaces de encadenar pases.
Y así, en el minuto 18, Harry Kane sí marcó. En una jugada que se repetía como si del 'día de la marmota' se tratara, un centro lateral de Serge Gnabry desde la izquierda lo remató acrobáticamente Kane para esta vez sí poder celebrar el empate. Debía cambiar, mucho y rápido, el Barça para evitar una nueva sangría ante su peor 'coco'.
A veces, los golpes son el motor del cambio. Y ese gol de Kane, esa sensación de estar viviendo fantasmas del pasado, provocó que por fin el Barça cambiara su apuesta de juego, siguiendo las incesantes órdenes y gritos de Flick desde la banda. No recuperó el balón el equipo catalán, pero sí activó algo mejor su presión, halló alguna jugada hilvanada y, en el 26', Robert Lewandowski casi marca a su exequipo, pero su disparó desde la frontal del área se fue fuera por muy poco.
En una jugada rara, que parecía inofensiva, el balón llegó al interior del área del Barça y fue la zaga, entre Balde e Iñigo Martínez, que finalmente sacaron un balón que Olise hubiera podido rematar a gol. Y de ahí se pasó a la siguiente jugada, esta vez para el Barça, que terminó en el 2-1.