Rafael Nadal mostró su condición imbatible de antaño sobre canchas de arcilla y conquistó el Abierto de Francia por décima ocasión, un récord, al arrollar el domingo 6-2, 6-3, 6-1 a Stan Wawrinka en la final.
Ningún otro hombre o mujer ha ganado 10 cetros del mismo torneo de Grand Slam en la era abierta, que comenzó en 1968.
"Trato de jugar lo mejor posible en cada torneo, pero la sensación acá es indescriptible", manifestó Nadal. "Es imposible comparar este lugar con otro. Los nervios, la adrenalina que siento en la cancha son incomparables con otra sensación. Es el torneo más importante en mi carrera".
El español de 31 años lució apabullante de principio a fin frente al suizo, quien había ganado este certamen en 2015. En realidad, Nadal dominó a todos sus rivales en las últimas dos semanas para hacerse de "la décima".
Nadal no sólo ganó todos los sets que disputó en el torneo, sino que perdió apenas 35 games en total, la segunda menor cifra por parte de cualquier tenista en la rama de hombres dentro de un major en la era abierta con duelos a un máximo de cinco sets.
Además de mejorar a una foja de 10-0 en finales en Roland Garros, Nadal obtuvo su 15to trofeo de un torneo de Grand Slam. Con ello, alcanzó al estadounidense Pete Sampras en el segundo lugar de la tabla histórica, liderada por Roger Federer y sus 18 conquistas.
Así, Nadal dejó atrás una mala racha marcada por lesiones y por la baja en su nivel de juego. Volvió a la cúpula del tenis en su torneo favorito y en la superficie que más alegrías le ha deparado.
Durante su carrera, ostenta un récord de 79-2 en el Abierto de Francia y de 102-2 en encuentros a un máximo de cinco sets sobre canchas de polvo de ladrillo.
Hace un año, Nadal se retiró sorpresivamente de París antes de la tercera ronda, debido a una lesión de muñeca. Hizo el anuncio en una conferencia de prensa, a la que acudió con un brazalete ortopédico en la muñeca izquierda y con un rostro de resignación.
Reveló que no había tenido siquiera la fuerza de mirar lo que restaba del Abierto de Francia de 2016, salvo por algunos partidos de dobles que involucraban a un buen amigo, y la final de individuales.
Antes de esta campaña, el astro de las Baleares pareció recuperar la fuerza. Hizo ajustes en su tiro de derecha y redobló esfuerzos en busca de tomar otra vez por asalto la elite del tenis.
Eso fue lo que logró el domingo, bajo condiciones idóneas para alguien que creció en Mallorca. El sol brillaba, había apenas alguna nube y la temperatura lindó los 30 grados Celsius (85 Fehrenheit).
Wawrinka no parecía un rival fácil. Tiene tres trofeos majors, incluido uno de Roland Garros, y jamás había perdido una final en Grand Slam.
Sin embargo, acusó el cansancio de la semifinal de cinco sets disputada el viernes ante el británico Andy Murray, número uno del ranking. El suizo de 32 años era el finalista de mayor edad en Francia desde 1973.
Sus tiros carecieron de la potencia y precisión habituales. Después de un punto, Wawrinka se inclinó, para recargar un brazo sobre la raqueta y el otro sobre una rodilla.
"No tengo nada que decir hoy", le dijo Wawrinka a Nadal durante la ceremonia de premiación. "Fuiste demasiado bueno".
Nadal sabe desgastar a sus oponentes. Y en la final estuvo prácticamente perfecto. Ganó los 12 games en los que tuvo el saque, se salvó del único break point que enfrentó e incurrió apenas en 12 errores no forzados.
En el punto decisivo, cuando un tiro de Wawrinka se fue a la red, Nadal se dejó caer de espaldas sobre la arcilla. Se incorporó y cubrió brevemente su rostro con su camiseta azul.