Authored by
El pasado martes 25 de noviembre La Opinión y varios medios nacionales dieron amplia publicidad a la noticia que el Centro Harry Ransom –museo y biblioteca para investigación humanística en la Universidad de Texas- adquirió parte considerable del archivo del escritor colombiano Gabriel García Márquez por una suma aún no divulgada.
Dicho archivo comprende manuscritos de sus novelas, alguna novela inédita y un amplio intercambio epistolar con otros escritores famosos como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, entre otros. Muchas voces coincidieron en que ninguna universidad colombiana está en condiciones económicas y físicas para adquirir y cuidar este archivo y cuando se señaló a la Biblioteca Nacional otros alegaron que está siendo objeto de recorte presupuestal.
Pero hay otras razones que vale la pena tener en cu“Un prestigio internacional”, es el bien documentado ensayo que el escritor colombiano J. J. García publicó sobre filólogo colombiano Manuel José Casas Manrique -el famoso sabio Casas-, quien luego de vivir poco más de dos décadas en el exterior regresó a Colombia en 1937 con el desafío intelectual de profundizar las investigaciones de los dialectos indígenas como un aporte a la cultura de las razas precolombinas que poblaron Colombia. Se dedicó a estudiar los dialectos de los indígenas del Putumayo –Kamsá, Cofán y Siona, entre otros- para culminar su carrera de filólogo, trabajo que el Instituto Smithsonian de Washington quiso publicar. Los científicos del gobierno colombiano no quisieron que se publicara en Washington sino en Colombia, entonces dicho trabajo se paseó por la folclórica burocracia colombiana. Primero a manos del ministro de Educación, luego a la del rector de la Universidad Nacional y finalmente se traspapeló, se extravió o…
No hay que olvidar que a nuestros gobiernos les da por ser generosos, como lo prueba esta nota que leí el 01 de diciembre de 2009 en Ámbito Jurídico: “Un juez de Bogotá ha ordenado al Estado gestionar la devolución del Tesoro Quimbaya a Colombia. Como se sabe, en 1892 el presidente Carlos Holguín regaló a la reina de España, (…), una colección de objetos precolombinos recién sacada de las tumbas indígenas: el «tesoro Quimbaya». Desde 1993 es exhibido en el Museo de América”. No tiene nada de raro que un nuevo Presidente lambón le diga a un colega suyo que lo visita: “Llévese estos papelitos como regalo”, y sea el original de Cien años de soledad, escrito por Gabo en su famosa máquina.
El segundo caso lo comenta Neruda en su libro Confieso que he vivido, en el capítulo Yo, el malacólogo. En sus recorridos por el mundo el bardo recogió toda clase de moluscos o caracoles hasta tener una colección completa, producto del intercambio, compra, regalo y robo, porque no hay coleccionista honrado, aclara el mismo Neruda. Pues sucede que un día embaló toda su colección ‘en inmensas cajas’ y las llevó a la Universidad de Chile donde donante y donación fueron recibidos con emocionados discursos. Luego se supo que la donación fue trasteada a un sótano y nada se volvió a saber.
Dicho archivo comprende manuscritos de sus novelas, alguna novela inédita y un amplio intercambio epistolar con otros escritores famosos como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, entre otros. Muchas voces coincidieron en que ninguna universidad colombiana está en condiciones económicas y físicas para adquirir y cuidar este archivo y cuando se señaló a la Biblioteca Nacional otros alegaron que está siendo objeto de recorte presupuestal.
Pero hay otras razones que vale la pena tener en cu“Un prestigio internacional”, es el bien documentado ensayo que el escritor colombiano J. J. García publicó sobre filólogo colombiano Manuel José Casas Manrique -el famoso sabio Casas-, quien luego de vivir poco más de dos décadas en el exterior regresó a Colombia en 1937 con el desafío intelectual de profundizar las investigaciones de los dialectos indígenas como un aporte a la cultura de las razas precolombinas que poblaron Colombia. Se dedicó a estudiar los dialectos de los indígenas del Putumayo –Kamsá, Cofán y Siona, entre otros- para culminar su carrera de filólogo, trabajo que el Instituto Smithsonian de Washington quiso publicar. Los científicos del gobierno colombiano no quisieron que se publicara en Washington sino en Colombia, entonces dicho trabajo se paseó por la folclórica burocracia colombiana. Primero a manos del ministro de Educación, luego a la del rector de la Universidad Nacional y finalmente se traspapeló, se extravió o…
No hay que olvidar que a nuestros gobiernos les da por ser generosos, como lo prueba esta nota que leí el 01 de diciembre de 2009 en Ámbito Jurídico: “Un juez de Bogotá ha ordenado al Estado gestionar la devolución del Tesoro Quimbaya a Colombia. Como se sabe, en 1892 el presidente Carlos Holguín regaló a la reina de España, (…), una colección de objetos precolombinos recién sacada de las tumbas indígenas: el «tesoro Quimbaya». Desde 1993 es exhibido en el Museo de América”. No tiene nada de raro que un nuevo Presidente lambón le diga a un colega suyo que lo visita: “Llévese estos papelitos como regalo”, y sea el original de Cien años de soledad, escrito por Gabo en su famosa máquina.
El segundo caso lo comenta Neruda en su libro Confieso que he vivido, en el capítulo Yo, el malacólogo. En sus recorridos por el mundo el bardo recogió toda clase de moluscos o caracoles hasta tener una colección completa, producto del intercambio, compra, regalo y robo, porque no hay coleccionista honrado, aclara el mismo Neruda. Pues sucede que un día embaló toda su colección ‘en inmensas cajas’ y las llevó a la Universidad de Chile donde donante y donación fueron recibidos con emocionados discursos. Luego se supo que la donación fue trasteada a un sótano y nada se volvió a saber.