Serpenteó toda la noche la carretera para llegar a tiempo a Villanueva, Guajira. Así, cansada, sin dormir, se bañó, cambió y empezó a competir en el Festival Cuna de Acordeones.
Tenía la misión de derrotar a 18 jóvenes acordeoneros de la región. Sabía que lo lograría. Ya lo había intentado en dos ocasiones anteriores y la tercera sería la vencida.
Dayana Pineda tenía sed de triunfo. Aprovechó el jueves por la noche para viajar, invitada por el afamado acordeonero del Binomio de Oro "El Pollo Irra" y dejar a un lado los estudios en la Universidad Francisco de Paula Santander. Durante ese puente festivo brilló en una tierra que ha brotado los mejores exponentes de la música vallenata.
Quiso impresionar echándose a los hombros el acordeón que pesa unos cuatro kilos y también al público con su eterna sonrisa. En la primera ronda interpretó el paseo Indio Manuel María; el merengue ‘Maye’ y la romanza ‘mi poema’. Pasó a semifinales venciendo a otra joven de Urumita, Guajira. En la final sacó su as bajo la manga interpretando ‘La cucuteña’, un son de su autoría y ‘La Motilona’, una puya que dice:
“Yo soy una cucuteña que ha llegado a esta región. Vengo con berraquera a conquistar el galardón”. Y lo conquistó.
El veredicto no lo conoció enseguida en esa plaza ‘Escolástico Romero’ de Villanueva. Se había venido para Valledupar (una hora de carretera) a descansar, porque sufría de una tendinitis en sus dos brazos y su espalda estallaba de dolor, pero bajo sedantes compitió. Sin embargo, le tocó regresar al día a siguiente a recibir el galardón y el incentivo económico.
Iba acompañada de su padre Yorguin Pineda, quien al principio no era partidario que una mujer tocara acordéon, pero al ver la destreza para ejecutar ese instrumento de viento cuando tenía trece años la apoyó. Dayana no jugó con muñecas sino con acordeones porque su papá arregla y es profesor en la academia que es su misma casa en la Loma de Bolívar. Recuerda que tenía trece años cuando su papá le dio directrices y asimiló muy rápido las clases que a los tres meses ya interpretaba ‘La piña madura’. Y así se fue metiendo en ese mundo, donde el acordeón era como fruta prohibida para las mujeres. Se animó y debutó en el colegio Nacional de Comercio cuando cursaba séptimo grado. Y de ahí en adelante no ha dejado de tocar. Ganó la beca de ‘Ser pilo paga’, pero su papá le cortó las alas para volar. Ahora comparte los estudios de Trabajo Social con el acordeón y se está interesando también por el piano. Recibe clases de los maestros Iván y Pablo Tarazona.
Uno de sus sueños cuando niña era ser reina de belleza, pero en el colegio vivió una experiencia parecida a Ariadna Gutiérrez. Pero en esta oportunidad tampoco recibió corona ni cetro, pero si un galardón que la acredita como la Reina aficionada del acordeón.