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Eustorgio Colmenares, una vida de aciertos afortunados
El crimen que le cortó la vida, hace 27 años, fue un disparo artero contra la libertad que tanto defendió.
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Cicerón Flórez Moya
Cicerón Flórez
Domingo, 30 de Agosto de 2020

La vida de un ser humano no depende de determinismos inexorables. Es decir, no es un destino prefabricado. Hay condiciones de las cuales procede el resultado final de una existencia. Pero en Eustorgio Colmenares Baptista pareciera ser que estaba hecho para lo que fue. Puede decirse con certeza que todo cuanto hizo le salió bien, o a la medida de sus sueños o de la finalidad propuesta.

Escogió como profesión la odontología y la ejerció con idoneidad, a satisfacción de las personas a quienes trató.

En el desempeño de cargos públicos fue igualmente exitoso y así está demostrado en los beneficios de sus gestiones para ejecutar obras y diversos programas que aportaron soluciones a problemas de Cúcuta o de Norte de Santander en general.

En los cargos de Alcalde de la ciudad, Secretario de Gobierno del Departamento, Secretario del Ministerio de Comunicaciones, Senador o director de Cúcuta 75 para la conmemoración del sesquicentenario del terremoto, puso conocimientos, ideas, visión, empeño y rigor ejecutivo para que los proyectos y las políticas adoptadas se cumplieran, se consolidaran y generaran los cambios esperados.

En el manejo de empresas productivas en el sector privado también puso a prueba su visión de acierto. Obró sin precipitaciones y sin retardos, con medición adecuada de los tiempos requeridos para fraguar procesos que exigían precisión.

No se dejó desviar por ilusionismos pedantes. Tampoco tuvo apego a parafernalias vanidosas, ni a los modelos que muchas veces deslumbran a calentanos incautos.

El realismo y la verificación de lo adecuado a cada caso fueron reglas tomadas en cuenta en el momento de las decisiones, así discrepara de sus propios amigos.

En la construcción del proyecto de La Opinión, que es una de sus obras perdurables, Eustorgio Colmenares Baptista tomó parte en forma decisiva. Él asumió responsabilidades que complementaron el conjunto de las tareas emprendidas en compañía de Virgilio Barco, Eduardo Silva Carradine y Alirio Sánchez Mendoza. Fueron todos ellos el núcleo emprendedor, con aportes no solamente en recursos financieros sino también en lo técnico, lo ideológico y lo práctico.

No era asunto de meros afanes partidistas, ni de disponibilidad de textos, de cálculos teóricos al calor de la política, ni de emoción vacía. Se requerían bases y mecanismos que generaran una dinámica empresarial conforme a los fines definidos. Y para ello se trazaron metas y se probaron posibilidades. Fue una invención basada en experiencias conocidas, pero adecuada a los elementos propios que sustentaban a la recién nacida criatura. Un periódico alumbrado en condiciones de austeridad, sin ínfulas de excepcionalidad y sin sobredimensionar nada.

Siempre acogido al común denominador que compartía con sus amigos agrupados alrededor de La Opinión, Eustorgio Colmenares Baptista iba instalando piezas para fortalecer el periódico.

Buscaba ingresos con ofertas de publicidad, o ganando suscriptores, o incorporando voceadores, o propiciando puestos de ventas. Abría una y otra puerta. Al mismo tiempo insistía en la calidad de la información y de los comentarios con el rigor de la veracidad y la claridad. No se desperdiciaba en minucias adjetivas, pero se preocupaba en el sentido de que todo se hiciera a tiempo y con las precisiones que evitaran dudas y confusiones.

En la medida que el periódico maduraba y pasaba de la infancia a la pubertad, Eustorgio Colmenares Baptista asumía con mayor dedicación las responsabilidades propias de la paternidad.

Y esto lo lleva a dar el paso largo de pasar de semanario a diario, siempre en acuerdo con sus socios. Luego de ejercer durante 4 años el cargo de Alcalde de Cúcuta, en agosto de 1970,  decide cerrar su consultorio de odontólogo para dedicarse de tiempo completo a la empresa de La Opinión. A esta se entrega, aunque también pone otro pie en la función pública, incluida la política, por cuya vía llega al Senado de la República.

El periódico, de todas maneras, fue una de sus pasiones. Lo vivía cotidianamente. Y hasta lo padeció en los problemas propios de una publicación de esta naturaleza.

Es su mundo y asume las situaciones que le deparan estas circunstancias. En los primeros años del diario tiene que hacer hasta de pastor de ´cabras´ de un rebaño proclive a los desórdenes consecutivos de la bohemia nocturna. Pero no maldice, ni retrocede, ni pierde la paciencia.

Ese camino culebrero hace parte de la turbulencia que acompañó en Colombia a los medios escritos en buena parte de la primera mitad del siglo XX. Mas lo esencial fue el temple que no dejó arrugar su voluntad ante los tropiezos que nunca faltaron.

Metido en la onda del periodismo de tiempo completo, Eustorgio Colmenares Baptista le infunde a La Opinión los bríos de su querencia y de sus ideas. En la misión y la visión con que definió la identidad del periódico dejó plasmado el alcance de su contenido y de sus objetivos. Un diario de estirpe democrática, con información veraz y oportuna, tolerante y apegado a los principios de la libertad.

Lo introdujo en las corrientes de las nuevas tecnologías de la comunicación, lo puso en la vertiente de los intereses de la comunidad, reconoció su papel en el desarrollo cultural y con su ejemplo plasmó las huellas de su respeto a los derechos de quienes con él compartían la responsabilidad de ejercer el periodismo como lo disponen los principios que le dan legitimidad.

El crimen que le cortó la vida a Eustorgio Colmenares Baptista hace 27 años, fue un disparo artero contra la libertad que él tanto defendió. En su caso hay que repetir con Machado que no hay que llorar la muerte de un viajero sino la de un camino. Él era un camino.

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