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En esta noche de Halloween, historias de modistas cucuteñas
Una modista o costurera de barrio confecciona y diseña prendas de vestir de la mejor calidad.
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Domingo, 30 de Octubre de 2022

Una modista o costurera de barrio confecciona y diseña prendas de vestir de la mejor calidad, pero desde que los grandes almacenes venden ropa muy barata casi ‘de usar y tirar’ muchas de ellas aseguran que el negocio se ha hecho poco rentable y poco interesa a las nuevas generaciones tomar ‘los hilos’ de esta tradicional labor.  


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Por ello se han reinventado en forma de ‘cose todo’, con pequeños talleres para quienes necesitan meter las botas de un pantalón, reformar una chaqueta o remendar esa prenda rota que todavía tiene uso. 

Aunque son pocos los pedidos para confeccionar elegantes vestidos para fiestas, la celebración de Halloween les da un respiro económico al convertirse en una alternativa para el bolsillo de sus clientes y satisfacer el gusto de los padres a la hora de disfrazar a sus hijos.   

 

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Estamos en extinción

Carmen Caballero es una de estas historias. Entre agujas, hilos y tejidos, transcurren los días de esta costurera que defiende la confección artesanal de ropa en contra de la extendida tendencia que prioriza las marcas. Su tenacidad la ha llevado a crear su propio taller de costura en el barrio San Gregorio (Villa del Rosario), donde le apuesta a la vestimenta hecha a la medida.


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En una época donde los sastres y las costureras son una especie en peligro de extinción, esta mujer aprendió el oficio de su abuela, una experta en vestidos y trajes de coctel. Con tan sólo 13 años, ella comprendió que quería dedicar el resto de su vida a esas habilidades aprendidas en su infancia.

“Esto es algo que yo ya llevaba en la sangre. Comencé vistiendo mis muñecas y de ahí mi ‘nona’ (abuela) notó que me iba a gustar y me dediqué a la costura con ayuda de ella y muchas otras maestras que tuve, que me ayudaron en el arte de la modistería”, reveló Carmen, disponiéndose a iniciar su día laboral a las 6:00 de la mañana.

Aunque la mayoría de sus clientes son mujeres, entre los 40 y 50 años, con dificultades para hallar ropa a su medida en las diferentes tiendas de la ciudad, también son frecuentes quienes acuden para hacer arreglos a alguna prenda y pocas veces brinda sus servicios a adolescentes, porque muchos de ellos prefieren comprar ropa de marcas.


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Por este mes, la mayor demanda para Carmen se ha concentrado en confeccionar los disfraces para Halloween, que para este 2022, han sido tendencia los vestidos de Isabella y Mirabel de la película Encanto. 

 

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Trabaja con dos máquinas, una Singer eléctrica con la que ya lleva ocho años y una Gritzner alemana que le permite hacer los bordados con un acabado similar al industrial y se siente dichosa al compararse con otras costureras, que todavía cosen “dándole al pedal todo el tiempo” en máquinas antiguas.

Sin embargo, ahora tiene una gran preocupación, y es encontrar la materia prima para sacar adelante su negocio, en medio del alza de los precios del mercado colombiano, pues recuerda que hace algunos años atrás el comercio era mucho más viable. 


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“Anteriormente compraba el metro de chifón (tipo de tela) en 4 mil pesos, ahora esta imposible y eso que es una de las telas más económicas que se maneja en esta ocupación. Esto (labor) día a día va desapareciendo”, aseguró conmovida la modista, mientras cosía una falda con muchos boleros, para un disfraz de princesa, que para esta temporada ha confeccionado cerca de 17 ejemplares.


Vivir del oficio

A algunas modistas se les rinde culto por su destreza. Es el caso de Marisela Sanabria, de 52 años, quien se vanagloria de que todavía puede ‘coser a ojo’, pues tiene la vista tan buena como para ensartar una aguja en el primer intento. Ama su oficio y ha confeccionado desde pijamas, hasta vestidos de boda para varias generaciones de vecinos de su barrio.

El mayor éxito de la carrera de esta costurera, fue imitar una chaqueta que usaba Michael Jackson en uno de sus videoclips. “Vinieron muchas personas a que les hiciera una igual” recordó. 

 

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Se hizo experta también en replicar bluyines en una época en que solo estaban al alcance de quienes tenían familiares en el extranjero debido a su alto costo. “Para mí la modistería es un reto. Sacar un diseño para distintos modelos, teniendo en cuenta que no hay cuerpos ni medidas perfectas y que cada uno es distinto, pero me enorgullece que mis clientes quedan satisfechos, con un trabajo asequible y bien hecho realizado por mi”, comentó Marisela.

Del mismo modo, se refirió al origen de esta pasión recordando cómo empezó a coser. “Mi madre en su tiempo cosía, pero no vivía de eso. Ella cosía por amor a hacerles la ropa a sus hijos. Yo empecé en la modistería porque me gustaba y era un medio de trabajo para sostener la familia, ayudar a mi papá y mi mamá y cuando tuve mis hijas me dediqué aún más, porque necesitaba sacarlas adelante”, expresó la modista que practica este oficio desde hace 30 años.

Aunque es una labor de la que se siente muy orgullosa, dado que gracias a ella sostuvo su hogar durante muchos años, Marisela, nunca quiso enseñársela a sus hijas, debido a que –según ella- la industria de la aguja está muy golpeada y ya no es rentable para vivir de ella.

Redacción
Ruby Escamilla
ruby.escamilla@laopinion.com.co

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