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Ocaña
La mujer que se vistió de hombre para asistir a la Gran Convención de Ocaña
Bárbara Vicenta Lemus Jácome desafió al machismo de la época.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Jueves, 29 de Julio de 2021

En una época donde imperaba el machismo en los espacios político-administrativos de las incipientes naciones, surgió una mujer irreverente que se atrevió a vestirse de hombre para no perderse detalle alguno de la Gran Convención desarrollada en el histórico templo de San Francisco de Ocaña, en el año de 1828.

La protagonista de esa valerosa y osada acción, violando todo tipo de prohibiciones, fue Bárbara Vicenta Lemus Jácome, quien emprendió ese largo camino de la reivindicación de los derechos de la mujer conquistando espacios que eran única y exclusivamente de los hombres. 

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“No le importó las restricciones, a punta de luchas y dientes  apretados logró ocupar sitiales de privilegio en la historia colombiana. Un acto de heroísmo al irrumpir con ese ingenio en una sociedad que la marginaba, más le importó ese deber de patria”, indicó la poetisa Bexy Amparo Mendoza Cuadros, quien hizo una representación de aquella joven ataviada de saco y sombrero de paño, como si fuera una paparazzi de la época de la independencia.

De su imagen quedan pocos recuerdos, únicamente un óleo sobre tela representa a doña Bárbara en una edad más avanzada. Es del siglo XIX. Pintada por un artista Duque's 763, Broadway en New York, obra  recientemente restaurada por el maestro José Miguel Navarro Soto y permanece en el museo de la Gran Convención de Ocaña y la plazoleta de San Francisco una placa con su nombre para  inmortalizarla  como si fuese una diputada más.

“Hice la investigación y es la única imagen de esa mujer”, exclamó el artista ocañero quien logró delinear esa mirada furtiva y el rostro adusto en el ocaso de su vida. 

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El perfilDoña Bárbara María Vicente Lemus nació en Ocaña en 1798 y falleció en 1884. Hija de don Manuel Antonio Lemus (García) Trigos y de doña Ana Dolores Jácome Llaín.
 
 

De su imagen quedan pocos recuerdos, únicamente un óleo sobre tela representa a doña Bárbara en una edad más avanzada. Es del siglo XIX.

 

Fueron sus hermanos: Manuela (1806), Pedro Pascasio (1816), Justo Eustaquio, Manuel Antonio (1818), José Antonio Calixto (1821), María Petronila (1824) y Antero Lemus Jácome.

Casada con don Jesús del Carmen Jácome, de cuya unión nació Luís Jácome Lemus. Narran los historiadores que doña Bárbara formó parte, en 1813, del grupo de niñas y jóvenes que coronaron la frente de Simón Bolívar a su entrada triunfal a Ocaña durante la famosa ‘Campaña Admirable’. 

Entre estas lindas delegadas de la mujer ocañera, se encontraban también Nicolasa Ibáñez, Eusebia Sarabia, Juana de Dios Lemus, Salustiana Patiño y María de Jesús Patiño. Más tarde, en 1828, cuando se llevaron a cabo las sesiones de la Gran Convención de Ocaña, Bárbara María ingresó disfrazada de hombre al templo de San Francisco, a escuchar los debates enconados de la Convención Constituyente, en especial, las intervenciones del general Francisco de Paula Santander. 

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Durante los días que duraron sesionando los convencionistas, la residencia localizada en la calle Real, de doña Bárbara Vicente, se convirtió en lugar de tertulia obligada de Santander y sus amigos, así como la estancia campestre de Villa Barbosa, al sur de la ciudad, indica el presidente de la Academia de Historia, Luis Eduardo Páez García.

Sus acciones 

El nombre comenzó a sonar con la llegada de Simón Bolívar en enero de 1813, de acuerdo con los cronistas, y se escoge a un grupo de las señoritas más hermosas para que impongan la corona de flores en el sitio conocido como la Punta del Llano. Según historiadores, esa agraciada adolescente fue quien leyó el discurso de bienvenida al libertador. 

“Él se queda en Ocaña cerca de un mes, antes de ir a la batalla de Cúcuta y hace una amistad con la familia de Bárbara e Ibáñez. Volvemos a encontrar ese nombre en 1815, cuando llega a Cartagena Pablo Morilllo y Santander es encomendado a dirigir unas tropas de 500 hombres y frenar la embestida de los realistas. Llega a Ocaña y lo primero que hace es ponerse en contacto con los núcleos patriotas. De hecho en las correspondencias que recoge Pilar Moreno de Ángel en su libro Santander, él habla de Bárbara Vicenta y la familia la pone como exponentes del republicanismo y patriotismo en Ocaña. Solo pudo reunir a 200 hombres, factor que lo obligó a salir de la región”.

Pasa un lapso y reaparece durante la gran Convención de Ocaña al lado del grupo de los Federalistas de Santander. “En los descansos hacían festejos o paseos en la hacienda Villa Barbosa en la vía que conduce hacia La Pradera de la familia Lemus. Llegaba allá con sus amigas y Santander con los diputados. El cronista Adolfo Milanés, indica que todo el mundo se daba cuenta y nadie le decía nada a la hora de colarse en el templo”, agregó el artista ocañero.

Junto con Nicolasa Ibáñez jugó papel preponderante en el proceso de independencia. “Era costumbre, un fenómeno cultural que las mujeres no podían participar en las actividades políticas de los varones. Muchas aprendieron a leer y a pensar al lado de sus padres, aspecto que no era bien visto por el resto de la sociedad en esos momentos. Era grotesco que una mujer interviniera en ese tipo de eventos. Algunas hicieron un esfuerzo para superar el machismo que no ha cesado, ahí no vale constitución política, la fuerza de la memoria que guarda el pueblo con respecto a la mujer. Se requiere un proceso educativo muy grande”.

Aseguró que le atrajo mucho la figura de Santander y quería escuchar los debates. “Al ser de una familia de los notables en Ocaña como eran los Lemus, lógicamente que tenía cierta cultura de los aspectos republicanos. Yo me imagino que entraba era a oír sus disertaciones que en voces de expertos eran brillantes”, precisó.

La Gran Convención a la postre fue un fracaso pues no logró modificar la Constitución de Villa del Rosario de 1821 debido a la pugna entre Bolívar y Santander, Centralistas y Federalistas. Solo representa un orgullo para Ocaña por ser escenario de los grandes debates de la gente brillante de la época, exclama el escritor Páez García.

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