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Cúcuta
Superó la pérdida de su visión, ahora es conferencista y docente en Cúcuta
César Martínez superó la adversidad y ahora se dedica a enseñar a través del braille.
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Laura Serrano
Categoría nota
Domingo, 3 de Diciembre de 2023

No pudo ser ingeniero industrial, pero se propuso ser sicólogo. El cucuteño Cesar Iván Martínez tiene una sonrisa que atrapa a cualquiera, aunque debajo de sus gafas negras solo haya oscuridad. Era 2010 cuando un dictamen médico le advirtió que podría perder la visión a causa de una infección (uveítis). Tres años bastaron para que esto ocurriera. Lo que para él era impensable llegó. Su mirada se nubló, su mundo se paralizó, pero sus capacidades salieron a flote.

Hoy es conferencista y docente. Es un ejemplo de una vida reconstruida a punta de gallardía y fortaleza que lo llevaron a surgir.

Hijo menor de un labatequense y una madre caleña, aquel joven de 20 años, quien trabajaba como asesor comercial y cursaba octavo semestre de Ingeniería Industrial, tuvo casi 10 meses para asimilar su nueva vida.

“Perdí todo. Estaba nublado, triste, agobiado, frustrado. Yo solo existía. Fue por mi familia que me pude levantar. Me instalaron programas en el computador para que ese aparato me pudiera hablar y así también pasó con mi teléfono, que para la época era un BlackBerry, al que mi hermana, no sé cómo hizo, pero también logró que el teléfono me hablara y lo digo incrédulo porque para ese entonces aún no teníamos tantos avances como ahora”, contó.

Ir a terapia, aprender a manejar un bastón y abastecerse de cualquier oportunidad que le brindaba la tecnología, lo mantuvieron en pie y dando pasos de gigante.

Mientras se rodeaba de su nuevo gremio y empezaba a recobrar su vida social se dio cuenta que llevaba la delantera por su conocimiento tecnológico y ahí es cuando descubrió el gusto por enseñar a otros.

“Me resigné a que no podía graduarme de Ingeniería Industrial por la falta inclusión en la universidad. Pero, sabía que tenía que empezar de cero otra carrera y le aposté a eso”, añadió.


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Se trazó ser profesional y se inscribió en el programa a distancia de Sicología de la Universidad Nacional en Bogotá.

Mientras aprendía lo necesario para convertirse en un sicólogo seguía capacitándose en talleres de tecnología y logró vincularse laboralmente gracias a un proyecto de Comfanorte y una fundación para capacitar tecnológicamente a población vulnerable de Cúcuta.

Ese fue su primer trabajo luego de dos años de su ceguera. Se probó y le mostró al mundo que podía seguir creciendo como persona a pesar de no contar con su visión.

Fue solo finalizando su carrera profesional que en la universidad y sus compañeros se enteraron que tenía esta limitación física y, eso, porque tuvo que presentarse.

“Empiezan las prácticas y al presentarme me preguntan por qué nunca dije que era ciego. Mi respuesta fue otra pregunta para ellos y les dije ¿acaso si a usted le falta un dedo lo pone en su hoja de vida? Y bueno, ahí bregaron para ubicarme en un lugar para hacer mis prácticas profesionales, pero afortunadamente siempre he logrado todo lo que me propongo”, dijo.

 

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Los desafíos

Su vida laboral no ha sido estable, pero tampoco le ha faltado qué hacer. Montó un negocio de comidas rápidas y contrató a alguien para que se hiciera cargo y probó por un año, pero reconoció que es un empleo desgastante y, entonces, volvió a su área, la de sicología.

Superó la pandemia a causa de la COVID-19 a punta de conferencias.  “Me di cuenta que podía dar a conocer mis capacidades como sicólogo dando charlas motivacionales en empresas y grupos familiares. Y saqué mi cámara de comercio y todos los requisitos para emprender”.

Su limitación ha sido blanco de algunos aprovechados que le han sacado su billetera y lo han dejado sin un peso.

Aunque recuerda con risa que también una mujer lo robó descaradamente. “Estaba sentado en una parte de Unicentro esperando a un amigo y de repente se me acercó una mujer y me dijo usted es muy bello y de una me robó un beso. Yo solo me paré a buscar el vigilante y entre risas me dijo que al menos la chica era linda”.

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No solo dinero y besos le han quitado a este cucuteño. Hasta una bolsa de pan se la han rapado de sus manos.

“Yo vivo en El Escobal y una vez iba caminando para mi casa y de repente me quitaron la bolsa de pan que llevaba. Supe que eran los indígenas yukpas porque los oí”, dijo entre risas.

También ha pasado por gente incrédula. Una vez viviendo en Bucaramanga en una casa con estudiantes que lo veían trabajar en su computador, los oyó murmurando.

“Decían que yo pedía plata, que no estaba ciego. Me quité los audífonos y los llamé a cada uno por su nombre y les expliqué como hacía para que el computador y el celular me hablaran”.


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Un docente sin límites

Este 2023 para Cesar ha sido importante para su crecimiento profesional. Gracias a una vacante en la Secretaría de Educación de la Alcaldía de Cúcuta, logró ser vinculado como docente de apoyo para niños ciegos.

Ahora su mayor rol es enseñar a los pequeños. Su talento se basa en trasmitir a través del braille (un lenguaje escrito imprescindible para las personas con discapacidad visual), pero también con dinámicas y otras estrategias didácticas prepara a sus estudiantes.

“Estoy seguro que la calle no está adaptada para nosotros y necesitamos de ayuda. Por eso, mi consejo para todos mis estudiantes es a donde vayamos hacer amigos, porque los vamos a necesitar más que a nadie”, aseguró.

Es defensor de que las personas con alguna discapacidad física son iguales de capaces a cualquier otra y por eso no se cansa de repetir que su problema no es la ceguera, sino la falta de adaptaciones para la enseñanza.

Cesar Iván Martínez y su historia de superación representa un testimonio de que incluso en medio de las dificultades, se pueden encontrar oportunidades para crecer y contribuir al bienestar de los demás. Su camino es un recordatorio de la capacidad humana para enfrentar desafíos y emerger más fuerte.


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